domingo, julio 01, 2007

Willy Quiroga


Yo estaba en Nueva York justo cuando apareció “Imagine”, de John Lennon, en 1971. Cada vez que escucho ese tema vuelvo a esa ciudad, me voy, me meto de cabeza allá. Es una canción que para mí evoca ese viaje y muchas cosas que no fueron. El viaje fue muy lindo, pasamos como tres meses allá y vimos a Led Zeppelin en el Madison. La pasamos muy bien. Habíamos ido a llevar nuestra Biblia; incluso se la pasamos al productor de Jimi Hendrix, un tipo que se llamaba Eddie Kramer, un petisito barbudo, pelirrojo, un tipo bárbaro, que después vi que figuraba como ingeniero de mastering y de mixing y de todo esto de Zeppelin, de todas las bandas grossas.
Pero además de a Nueva York a principios de los ’70, “Imagine” me hace volver también a todas esas cosas que me sugiere su letra. Es una canción llena de esperanza en un mundo que debería cambiar, un mundo que todos debiéramos poder compartir sin distinciones de razas, de religiones ni de colores. Hay un tema mío que se llama “El perverso cara dos”, en el que puse una frase que me la sugirió esta canción de Lennon y que dice: “todos los sueños puros no sirven para nada, pellizca mi cerebro esta dura realidad”. Qué feo que te pellizquen el cerebro; es muy doloroso, me imagino. Y yo digo que todos los sueños puros no sirven para nada; y el sueño de John Lennon es muy pero muy puro. Era un sueño hermoso y es una canción hermosa, sencilla pero hermosa, que demuestra que lo hermoso no tiene necesariamente por qué ser complicado. Me gustaba cuando dice “imagine all the people”: “imagínate que toda la gente...”. Y tratás de imaginártelo y no podés, no podés imaginarte a toda la gente, porque de pronto te viene a la cabeza un Bin Laden o un George W. Bush –yo le digo George “War” Bush– y te das cuenta de que no se puede. A veces qué inútiles parecen los sueños de los soñadores, cuando se los contrasta contra la estupidez humana. Bah, a mí a veces me parece que estamos peleando contra cosas estúpidas –seguro que los grandes capitales no opinan lo mismo; ellos pelean, como dice Baglietto, por la grossa moneda–. Y hay que ver lo doloroso que resulta llegar a estas conclusiones, porque Lennon escribía acerca de tener ilusiones en el futuro, que es lo que buscaban las letras de ese momento, también las que se hacían acá, ¿no?, cambiar el mundo; y lo que vimos fue que el mundo nos está cambiando a nosotros, nos está llevando a mimetizarnos con él. Vemos que el hombre sigue cometiendo los mismos errores; vemos todo lo que pasa en Afganistán, en el Líbano; la injerencia de superpotencias en otros países. Y yo no sé si está bien o mal realmente, pero tampoco sé quién les ha dado la categoría de sheriff del mundo a algunos países, y a veces pienso que quizás el equivocado sea yo y que en una de ésas si no hay alguien que mantenga el orden todo va a parar a un conflicto mundial, pero también me da la impresión de que el sheriff está cometiendo errores que finalmente nos van a llevar al conflicto mundial.
Y todo este tipo de sensaciones contrastan profundamente con lo que uno piensa todos los días cuando va a escribir una canción. Finalmente hay que bajar a la tierra y darse cuenta de que es todo un sueño, como lo puse en esa frase de “El perverso cara dos”, y uno tiene que pensar que el sueño no puede hacerse realidad, y tiene que acordarse de “Imagine” y pensar “qué lástima que lo mataron”, y tratar de seguir imaginando “que toda esa gente...”
La Biblia que compusimos en Vox Dei para mí tiene un sentido que más que religioso es humanístico: parecido al de imaginarse a toda esa gente como cantaba Lennon. Durante aquel viaje la canción estaba sin parar en la radio –Lennon se había instalado en Nueva York– y rondaba en mi cabeza todo el tiempo, y yo cerraba los ojos y pensaba “sí, qué lindo sería”. No sé si sería el momento que estábamos viviendo: había salido nuestro disco, así que habíamos podido concretar un sueño; pero justo sale este tema, que me caló muy hondo y que me sigue emocionando. Uno escucha “Imagine” hoy y vuelve a pensar en todo eso. A pesar de todo, uno no deja de ser un soñador. Yo tengo más de 65 años y no he perdido las esperanzas de ver un mundo distinto

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