viernes, diciembre 28, 2007


Llevar con nosotros un recorte de nada

/ es el único modo

/ de poder llevar algo

/ en los otros bolsillos.”

(Roberto Juarroz, Tríptico vertical.)

martes, diciembre 25, 2007

Indio mexicano


asi venia firmado

q sorpresa no lo hubiera esperado nunca

fue lo suficientemente corto e intenso para q lo recuerde con una sonrisa

nos conocimos en un baile disfraces, el llevaba mascarilla,y daba respuestas contundentes a mis desplantes

duro un verano o casi

no recuerdo bien

tuvimos un segundo encuentro tiempo despues en mar del plata, un beso robado en la penumbra

pero la magia ya no estaba

esta navidad entra un sol brillante por la ventana, a pesar del invierno

me levanto adormilada a por un desayuno

escucho a un volumen por encima de lo normal el primer cd de blues q me regalo otro amor a poco de llegar a catalunya

entonces abro el correo

y veo su mensaje

marcelo bernardo

ja!

firma

indio mexicano

ya sabia q estabas por alli, q has tenido hijos no se si la vida te ha tratado bien

perome gusto saber q en tu recuerdo

tambien estoy yo

sábado, diciembre 22, 2007


La leyenda de la pelada que llegó de Italia
¿Qué es lo que le dio estatura de gigante al músico que, huyendo de las oscuridades que lo acosaban en Europa, vivió aquí seis años de altísima intensidad? Luca Prodan fue un frontman que se comía el escenario, pero además contó con la compañía de una banda capaz de arrasar con todo, generar climas oscurísimos o dejar caer un reggae delicioso. Demasiado para no quedar en la historia.
Por Eduardo Fabregat.

Para Página 12.

22 de diciembre de 2007


Comenzar el recordatorio de la figura de Luca Prodan con una anécdota personal no parece tener ninguna lógica, pero hace al caso. En 1983, este cronista debutaba en el mercado laboral con un puesto de cadete en una agencia de publicidad: allí, en el reducido cubículo de Expedición, abundaban los lunes en los que otro chepibe apodado El Prócer llegaba, se tiraba en una silla, achicaba los ojos y soltaba: “El sábado fui a ver a la banda del Pelado”. Lo que seguía era una larga perorata sobre el irresistible encanto de un grupo que tanto podía pasarte por encima como largar un reggae hipnótico de diez minutos de duración, puntuado por encendidos discursos en italiano. Porque el Pelado era italiano aunque también cantaba en inglés, abundaba El Prócer, y de vuelta al Pelado y al convencimiento de que quien se perdía a Sumo se estaba perdiendo la mejor banda del país.
Que en 1984 la progresión del relato fuera del Pelado italiano a la increíble banda que lo rodeaba resultaba –ya entonces– una fiel síntesis de lo que significó, lo que aún significa, Luca Prodan para el rock argentino. Hay toda una generación que no vio al cantante en escena, pero no cabe ninguna duda de que Luca es un icono indiscutido de la patria rockera. La breve pero imponente obra que dejó Sumo sirve para realimentar esa convicción toda vez que se quiera encender la compactera, pero es también lo que sucede cuando un artista toma magnitud de leyenda. Y aunque es cierto que toda leyenda encuentra su mejor alimento en la necrofilia (no por nada se habla de la leyenda y la leyenda viviente), también ocurre que Prodan consigue transmitir en las grabaciones algo de la intensidad que tenía su presencia en vivo. El Prócer tuvo el privilegio de verlo en la escala de pub (¡El Prócer tenía una de las 300 copias de Corpiños en la madrugada!); este cronista recién vio a Sumo en 1986, cuando presentaba Llegando los monos, y le dejó una impresión indeleble. Luca se adueñaba del escenario y tenía un imán en la pelada, cantaba “Heroin” y se frotaba la calva y le ponía tal garra que más de uno quería que cerrara de una vez y al mismo tiempo que no terminara nunca. Y después pasaba el mozo con la bandeja, y de repente todo se iba al cuerno con “Fuck you” o “El ojo blindado”. Sumo ya era un grupo grande, capaz de llenar dos Obras en una época en que eso suponía un esfuerzo supremo. Y Prodan, hombre de mil lugares y cientos de viajes, había encontrado un lugar sólido como una roca.
La biografía es casi de dominio público: Luca Prodan, nacido el 17 de mayo de 1953 en Roma, hijo de un italiano y una escocesa, languideciendo primero en un exclusivísimo colegio escocés y estallando luego en la Londres punk, más devoto de Joy Division que de Sex Pistols (“A Sid Vicious lo conocí, era un idiota”, cita Pettinato en La jungla del poder), cargando con el suicidio de su hermana Claudia, de novio con la heroína; Luca buscando refugio en las sierras cordobesas junto a Timmy McKern, Germán Daffunchio, Alejandro Sokol y Stephanie Nuttal; Luca en Hurlingham, donde comenzó a cruzar su destino con Diego Arnedo, con Roberto Pettinato, Superman Troglio y Ricardo Mollo; Sumo debutando en el pub Caroline de El Palomar; Sumito, Ojos de Terciopelo y la Hurlingham Reggae Band; Sumo imponiéndose en una escena post Malvinas con Luca cantando en inglés. Luca compartiendo escenario en Cemento con los Redondos –ese otro calvito– en una inolvidable versión de “Criminal mambo” inmortalizada en casetes piratas de la época; Luca y los tres discos oficiales de Sumo, que modificaron las coordenadas del rock hecho acá. Así dibujada, la historia parece lineal, un argumento cinematográfico: la ignominiosa adaptación televisiva con Luis Luque, el fracaso de películas como Luca vive de Jorge Coscia, demuestra que nada en la vida de Prodan fue lineal. Que Luca, el documental que Rodrigo Espina acaba de estrenar en el circuito rockero, dibuje el mejor retrato del músico apelando a su propia voz guardada en cintas de valor incalculable, es otra confirmación. El problema con las leyendas es la manera en que confunden persona y personaje.
Una noche en New York City
El big bang de Sumo tuvo lugar en la paz cordobesa en 1981: a la luz del rock argentino modelo 2007, no es una exageración hablar de prehistoria. Apelando a la convención de que todo comenzó en 1966 con los náufragos de La Cueva, parece claro que el movimiento local apenas si se estaba probando los largos. Han pasado más años desde la muerte de Luca que los que el rock tenía de existencia cuando el italiano aterrizó en este país, encontrándose con una escena extraña. Prodan, testigo presencial de un momento clave en la escena inglesa –en la historia de la música contemporánea–, cayó en un medio que sufría las consecuencias de la ubicación geográfica, años de mordazas culturales e inestabilidad económica. El, que había visto cómo la ola punk y postpunk habían barrido con el mito hippie y la artificiosidad sinfónica, no podía entender las variables que movían (pequeñas) multitudes aquí. Resulta curioso que Luca haya dedicado más de una parrafada ofensiva a Virus, que en ese 1981 ofrecía el único rapto de modernidad, la única sintonía fina con lo que sucedía en el resto del mundo, en su debut Wadu Wadu; por fuerza, debía resultarle más vomitiva la abundancia de ensambles de jazz rock que el instinto new wave de los Moura.
Para cuando Luca bajó de Córdoba a Buenos Aires, dejando tras de sí las artesanales grabaciones que luego se editarían como Time fate love, algo estaba empezando a cocinarse, y Sumo sería un ingrediente necesario. Justo antes de la Guerra de Malvinas, el entonces periodista Pettinato se encargó de amplificar, a través de Expreso Imaginario, el efecto que los shows del grupo en general y el cantante en particular producían en el público que los seguía por pubs y clubs de barrio. El 20 de marzo, el festival Rock del sol a la luna en el estadio de Estudiantes de Buenos Aires incluyó a Sumo (con la palabra “London” entre paréntesis) en un cartel encabezado por Riff y Orions: el laudatorio comentario de Pettinato en la revista Le Cirque comenzaría a pavimentar su camino de ingreso a la banda, así como la actitud de Luca en escena (que se atrevió a desafiar a un intocable como Pappo a “correr una carrera tomando vodka”) empezó a instalar la imagen de ese tipo que se comía el escenario.
El delirio de Galtieri y sus secuaces y la prohibición de todo lo anglo solo puso un freno temporario al inevitable ascenso. Lejos de sintonizar con el pretendido espíritu general, Prodan se animó a salir a cantar con un colador en la cabeza, asegurar que “las Malvinas son italianas”, y que los italianos bombardearían a la Argentina con fideos. La única incógnita en el grupo fue impuesta por el mismo Luca, que en 1984 fue al reencuentro de su hermano Andrea en Túnez –donde rodaba una miniserie para la RAI–, se convenció de que en Roma y en Londres ya no había nada para él y volvió para terminar de consolidar la historia. Buenos Aires ya era otra cosa: caída la dictadura y con la efervescencia cultural producida por el regreso a la democracia, Sumo encontró un terreno mucho más fértil. Bastó que Walter Fresco los viera un pub para que convenciera a CBS (hoy Sony BMG) de grabarles un disco. Ninguno de los músicos recuerda con mucha simpatía lo que fue grabar Divididos por la felicidad. Pero allí quedaron registradas nada menos que “El reggae de paz y amor”, “Mejor no hablar de ciertas cosas”, “Kaya” y “Debede”. Y bastó que en Radio del Plata sonara “La rubia tarada” para que el Pelado Italiano y los demonios que lo rodeaban dejaran de ser el secreto del Prócer y los acólitos de pub para convertirse en patrimonio general. La leyenda echó a andar.
El chabón de los monos
En el Suplemento NO del jueves pasado, y tal como puede apreciarse en la reproducción de estas páginas, el humorista Gustavo Sala ironizó sobre el mito fundado en esos años: así como una verdadera legión de gente afirma haber estado en los shows de Patricio Rey en La Esquina del Sol, Luca Prodan parece haberse tomado una ginebrita con una larga fila de confidentes ocasionales. Quizá tenga que ver con la célebre estrofa “Basta! Me voy rumbo a la puerta, y después al boliche a la esquina a tomar una ginebra con gente despierta”, o con la conocida costumbre del músico de trabar diálogo con una variopinta galería de personajes urbanos. Lo cierto es que, a partir de ese 1985 y especialmente en 1986, el pelado dejó de ser un secreto. Si la grabación de Divididos por la felicidad había sufrido las consecuencias del apuro, de la inmediatez de aprovechar esa oferta de un sello major, el segundo disco vino a marcar un punto mucho más alto, y el más parejo nivel compositivo del calvo cantante. Fogueadísima en el vivo, la banda entró con otra seguridad al estudio: que el estudio fuera Panda, que el ingeniero fuera Mario Breuer en lugar de un señor de guardapolvo acostumbrado a hacer un mero registro correcto desde lo técnico, ayudó a que Llegando los monos sea lo que es. Un disco tan potente como “El ojo blindado” o “Nextweek”, tan profundo como “Estallando desde el océano”, tan oscuro como “Cinco magníficos” y “Heroin” y tan entrador como “Los viejos vinagres”, ese otro himno, o “No good”, para recordar a todo el mundo lo bien que Sumo tocaba reggae.
Casi todas las versiones coinciden en señalar que el proceso de grabación de After chabon se pareció bastante a un parto, en especial porque ese último año Luca se dejó ir. Sus compañeros de banda estaban habituados a esa sensación de “Luca se va a morir”, pero la vida del Pelado se desbarrancaba de modo ostensible, como si se hubiera dado por satisfecho con todo lo logrado en Argentina después de haber dado todo por perdido en Europa, y ya no le interesara demasiado nada. Eso lleva a cierta suposición de que After chabon es más flojo, pero en todo caso será más flojo en la apreciación de los músicos que vivieron su construcción o en el análisis de la prensa: para el oyente, Sumo se despidió con un álbum tan notable como para contener la contundente “Lo quiero ya”, el melancólico reggae “La gota en el ojo”, las gaitas de “Crua chan”, el galopante bajo de “Banderitas & globos”, la deforme versión de “Noche de paz” que años después copiarían los Die Toten Hosen y, claro, “Mañana en el Abasto”. La temática –y la belleza– de esa canción hace que se lamente también la muerte de Luca “justo cuando empezaba a porteñizarse en sus canciones”, pero la canción de un Abasto que ya no existe parece más bien otro de los recursos creativos de Luca, el mismo que, bajo el clima disco de “Hola Frank”, anuncia que se va a poner azul, que va a yacer en su cama.
En la noche del 21 al 22 de diciembre de 1987, Luca Prodan yació definitivamente en su cama, derrotado no por la heroína sino por una cirrosis. Hoy la pensión de San Telmo es declarada “de interés cultural”, el cementerio de Avellaneda aún recibe peregrinos que le dejan un botellín y la pelada italiana se multiplica en remeras, mochilas, carpetas, posters, tarjetas, cualquier pieza de identificación de un público al que no le importa no haberlo visto sobre tablas, en patas, transpirado, sangrando, frotándose la calva, apuntando con el dedo mientras advierte que “sería bueno que pidieras que la tierra se mueva”, aterrando y atrayendo: las canciones dicen lo suficiente. Y cuentan con la amplificación eterna de la historia y la leyenda, esa materia de próceres

domingo, diciembre 09, 2007

Ave Porco, Indio Solari


–¿Y la tele?
–Veo mucha televisión, pero no me gustaría estar ahí. Hay una protección, aunque ha fracasado, la sigo manteniendo. Con la notabilidad que tengo me llevo para la mierda, más que eso no toleraría. Yo no tengo nada para decir... doy esta serie de reportajes para avisar que tengo un trabajo en la calle. Pero no tengo interés de decir cosas. Sí de manera artística y con lenguaje artístico. Pero no tengo otra cosa para opinar, ni para decir. Y creo que, en realidad... (hace un largo silencio) A veces uno prefiere callar; cuando uno habla, termina diciendo cualquier pelotudez.

domingo, diciembre 02, 2007

El Indio Solari


El regreso de Soda Stereo. "Soda es una de las grandes bandas que hubo acá. Para mí Cerati es un gran violero, tiene una voz muy bella y si no tengo discografía de él en mi casa es porque no me gusta la lírica y porque le pondría menos reverb a la voz. Pavadas. Pero Soda es un número firme, que si vos lo sustentás con la industria del espectáculo atrás, esa que hace que Harry Potter o High School Musical o cualquiera tengan un hypeo muy potente, podés hacer algo monstruoso como lo que están haciendo."
Andrés Calamaro. "Tengo mucho respeto artístico por él, primero que nada por el riesgo artístico que corre, como cuando grabó El salmón . A mí, toda esa hemorragia de entregar los bocetos, las maquetas y encima haber convencido a la compañía que lo edite, me pareció maravilloso."
El rock nacional. "El rock nacional me aburre bastante. Extraño la juventud heroica en busca de ideales y yo no creo que eso esté pasando, mucho menos con la cultura rock. Esa inercia de contracultura que tuvo en algún momento ha desaparecido y hoy los chicos reemplazan la ética y la estética por el éxito o el fracaso. Las bandas nuevas no salen con el objetivo que salíamos antes: hacer canciones sólo para rocanrolear, porque a nadie se le ocurría que podía haber un premio extra, un buen pasar, fama y popularidad. Hoy en el rock pasa lo mismo que en el tenis o en el fútbol, por lo único que se meten es para ver si pueden zafar económicamente y, así, tener popularidad."

jueves, noviembre 22, 2007

Amor libre


publicidad de la Generalitat de Catalunya

"tu puedes hacer el amor libre
libre de violencia
libre de sumisión
libre de celos
libre de discusiones
libre de machismo"

miércoles, noviembre 21, 2007

Juan Román, autentico

Román, un chico de barrio
Por Alejandra Ruffo
No mira a los ojos cuando habla. En ningún momento. Juan Román Riquelme cuenta anécdotas, se entusiasma, se enoja, pero no levanta la mirada. Y se ríe poco, casi nada. Sólo cuando se siente entre los suyos las sonrisas empiezan a surgir, y se ve al chico de potrero que nunca dejó de ser.
Pasar una tarde en la casa de Román fue simplemente una cadena de casualidades. Un amigo de su infancia que se crió con él en la villa, mientras hace trabajos de albañilería, comenta que lo conoce y propone el encuentro. La desconfianza, las dudas, pero finalmente la decisión de creer en esa historia y aceptar la invitación de visitar la casa de Riquelme.
La casa es en Don Torcuato, en un barrio privado separado sólo por una vía de la villa, el lugar donde el jugador de la Selección aprendió a conocer a la pelota. Nunca quiso irse de ese barrio, por eso con sólo asomarse a una ventana puede ver lo que fue su mundo cuando nadie sabía quién era.
En el camino a Don Torcuato, su amigo me cuenta anécdotas, me habla de la infancia de Román, de la vida en la villa. Yo en realidad estoy muy nerviosa, todavía sin saber si en realidad voy a la casa de Riquelme o dónde puedo llegar a terminar... Hasta que llegamos al barrio y nos recibe la madre de mi acompañante, el verdadero contacto, que lo conoce a Román desde que era un chico. Nos pide que la sigamos y nos lleva a la casa del ídolo: el corazón late fuerte, la historia era verdad. “Román está durmiendo la siesta, tenemos que venir en un rato”, se disculpa la mujer y me invita a esperar en su casilla. Asustada por prejuicios tontos, acepto la invitación y espero.
Entre chicos que corren detrás de una pelota vieja, caminamos por los pasillos angostos hasta llegar a la casa. La anfitriona nos ofrece sentarnos en un patio muy chico y comienza con su labor de todas las tardes: cocinar panes a carbón sobre chapas. Los vecinos van llegando y esperan por ese pan que será su merienda, mientras los perros olfatean el piso buscando alguna miga. El sol va cayendo, el olor a pan caliente nos abre el apetito y la ansiedad es cada vez mayor. Cuando ya me empiezo a preguntar si realmente todo eso se irá a concretar, suena un teléfono y escucho lo que esperaba: “Román dijo que podemos ir”.
De nuevo cruzar la vía, de nuevo en la puerta del barrio y, esta vez, el portón abierto. La primera casa a la vista, con un leve tono amarillo, muy amplia y de dos pisos, es el lugar que tanto esperé conocer. En una entrada lateral, vestido de jeans y zapatillas, Juan Román Riquelme nos abre la puerta y nos saluda, con algo de timidez. No me mira, ni a mí, ni a quienes me acompañan. Ni lo va a hacer en el resto del encuentro. Atravesamos el parque, costeamos una piscina y pasamos a un quincho, donde hay un amigo que parece el verdadero anfitrión: es quien trae las sillas, quien ceba mate, quien nos saca fotos y quien rompe el hielo. La tarde en la casilla se calienta aún más por los nervios, pero el clima se va atenuando con el pasar de los minutos.
Sentados a una mesa larga, entre mate y mate, Román se empieza a soltar: habla de la Selección, de Boca, de fútbol. Habla, pero también patea una pelota: realmente, la tiene atada a los pies. También menciona a sus enemigos más temidos: los periodistas. Todo el tiempo mira el televisor y hace un comentario de cada personaje que aparece, repite cosas que escucha y, sobre todo, las críticas de los periodistas deportivos. Está informado, las conoce con puntos y comas. Sabe lo que dicen de él y le molesta. No sabe, porque no me animo a decirle, que está hablando con una futura periodista.
Después de más de una hora de charla empiezan a llegar más visitas, son “los amigos del barrio”, que entran y salen del ambiente como si estuvieran en su casa. Sus caras le cambian la expresión a Román, que ahora se divierte y bromea, dice que no le importan ni la fama ni la noche, que lo que más disfruta es comer un asado con ellos. También llega su hermano Cristian y se desinhibe del todo: “Este es el secuestrado”, dice riendo. La humildad se respira. En ningún momento de las horas que dura la visita demuestra incomodidad por la intromisión. Evidentemente, las puertas de su casa están abiertas.
Entre los suyos, Román es otra persona. El personaje preocupado por las críticas queda atrás y aparece la esencia: un chico de barrio, de 29 años, que lo que más quiere es jugar a la pelota, sin flashes y sin periodistas; en el potrero y con sus amigos.

sábado, noviembre 10, 2007

Doris


Dice usted en uno de sus libros de memorias que la televisión interrumpió la conversación, rompió la alegría, o al menos la convivencia familiar... -
No dije que fuera alegre precisamente esa convivencia, pero desde luego la vida familiar era distinta antes de que llegara la televisión. Yo vi llegar la televisión a una casa donde solía escucharse la radio, donde la gente solía sentarse todas las noches, a hablar, a comer, y a comer muy bien, por cierto... Estoy hablando de una cultura distinta a la que vino luego; la televisión interrumpió esa cultura. Fue el final de la conversación, de la jovialidad de la convivencia, terminó aquello de sentarnos a comer y a cantar todos juntos... Aunque es cierto que muchas de las canciones que cantábamos eran muy aburridas, sí es verdad que también se acabó aquello de cantar en familia, alrededor de un piano... Todo el mundo alrededor de una mesa, un perro ladrando en una esquina, una comida maravillosa (¡porque no todos los ingleses son malos cocineros!)... Todo eso se fue cuando llegó la televisión, y yo tengo el recuerdo del día en que eso ocurrió.
-¿Y en qué cultura estamos ahora? -
Estamos en el final de la vida familiar tal como la conocíamos. Como sabe, muchas mujeres trabajan, cuando llegan a casa están agotadas, traen a casa comida preparada, cosa que es nueva en Inglaterra; no se lee a los niños porque estamos demasiado cansados... Todo esto es nuevo.

viernes, octubre 26, 2007

Marcel.li Antunez Roca


Marcel.li Antunez Roca

Talentoso

versátil

creativo

dueño de un magnetismo único

creador

para ti

toda mi admiración

jueves, octubre 25, 2007

Hegel y el cristianismo


SLAVOJ ZIZEK


"Para ellos, lo que ocurre de verdad es que Dios muere en la cruz y que nos ha dejado solos, y que por eso no queda más remedio que vivir en una comunidad igualitaria. Ya no existe un Dios en las alturas al que exigirle cuentas, vivimos ya en el desorden y lo que vaya a pasar es asunto nuestro".

viernes, octubre 12, 2007

Premio Novel 2007





Hija de un oficial del ejército británico que perdió una pierna en la guerra y se enamoró de su enfermera, Doris May Taylor nació el 22 de octubre de 1919 en Kermanshah, en Persia (actual Bajtarán, en Irán). A los seis años la familia se trasladó a Rodhesia del Sur, actual Zimbabwe, en busca de mejores condiciones de vida. Su infancia en la granja fue reflejada en su novela Dentro de mí, de 1994. En una reciente entrevista se preguntó cuál sería el sentido de volver. “¡Todo el país se fue por la cloaca! Ya casi no me quedan amigos vivos y mis hijas se mudaron a Sudáfrica. Además, en Zimbabwe ya no encontraría el cielo de noches estrelladas que tanto extraño de mi niñez, lo tapó la polución. En Inglaterra tampoco es posible, pero cuando viajé a la Argentina hace años, en el Norte, lo encontré igualito. También me gustó ir al Hipódromo en Buenos Aires y ver a toda esa gente rica que tuvo niñeras inglesas, ¿se puede creer? Tengo amigos allí, me gustaría volver.”


Doris Lessing

martes, octubre 09, 2007

Definirte


C de Cielo, de celeste, de celar,

caldo,catana,catar,

cátaros

C de cetaceo

de clave

celta,

cero

ciencia

cirio

cisma

cómplice

conciso

concilio

todas

te reúnen.

lunes, octubre 08, 2007

Les adelanto una pequeña noticia




estoy calentando el agua para el mate y mientras compruebo q la tormenta q ha dejado sin luz a casi 2.000 personas en Badalona y Barcelona me ha mojado por completo la ropa que deje tendida eso llamo yo egoismo

ese tipo de pensamientos que no es mas que la constatacion de un hecho previsible

y conste que egoisto es un calificativo benébolo.....

llegar a casa ,ver las sabanas rojas, apagar la tele que aun no encendi y escuchar "hay partida" de Quique sin parar me pregunto porque no hara un disco completo de temas asi de canciones para no dejar de cantar y de bailar y de ser feliz

esta mañana mismo mientras iba para el ikea iba cantando "hay partida" con toda mi felicidad y eran las ocho de la mañana,sin saber a ciencia cierta que significa la letra de la cancion , pero eso es lo bueno encontrarle el sentido propio ahi ya dejo de ser la cancion de él, ha pasado a ser un poquito más mía......................

sábado, octubre 06, 2007

Ernesto Guevara de la Serna


Si el Che viviera, ¿sería rockero? La respuesta no se cae tan de maduro si se tiene en cuenta que, desde que fue apresado y ejecutado en la escuelita de La Higuera en la selva boliviana hace cuarenta años, su iconografía no dejó de crecer en la cultura pop; aunque para el comunismo revolucionario el rocanrol era un elemento extranjerizante del imperialismo (y habría que preguntarse cuánta razón tenían). Desde posters y remeras de Dior –como ironizaban Los Piojos en Esquina Libertad (1996)–- hasta citas multicolores en portadas de discos, revistas, gigantografías, videos y publicidades, casi no hubo lenguaje o soporte mediático que no tuviera a Ernesto Guevara de la Serna –su barba, su boina y su mirada al infinito, tal cual lo inmortalizó la famosa foto de Alberto Korda– como protagonista central.

Y es que, si bien es cierto que Guevara nunca tuvo mucha onda con el rock (no comulgaba con el rock sexual de Elvis, ni con la histeria teen de los primeros Beatles, y ciertamente resulta difícil imaginárselo afín a los viajes psicodélicos de los ‘60 o al anarquismo negativista del primer punk, menos que menos al divertimento light de los burbujeantes ‘80 o al nihilismo sintético de las raves), pocas figuras encarnaron tan bien el ideal de rebeldía como el Che. ¿Qué lo hizo tan irresistible para el paladar rockero? ¿Su programa revolucionario? ¿Su muerte joven y trágica? ¿Su pinta? Seguramente un poco de todo eso, aunque la clave tal vez esté en su indiscutible coherencia ético-ideológica.

En un movimiento contracultural que terminó haciendo de la permanencia (Rolling Stones, AC/DC, Pappo, La Renga “el Che es un chabón grosso”) un valor central, ¿qué rasgo más guevarista puede haber que el de no venderse nunca y morirse con la suya (o incluso su contracara conservadora: no cambiar nunca)? La prueba está en que, más allá de que se conozca a fondo (o no) su ideario, al fan ocasional le basta con estar al tanto de la fidelidad que demostró el Che hacia su causa para llevarlo en una remera y admirarlo. El resto, como siempre, es rock.

miércoles, octubre 03, 2007

Abortar

La opción de abortar
Perturbaciones psíquicas fuertes preceden y acompañan muchas veces al aborto. La imposibilidad material, emocional o espiritual de hacerse cargo se complejiza por la clandestinidad, retroalimentadora de vivencias de oprobio, culpa y castigo.
Sin embargo, una parentalidad asumida implica, amén del anhelo compartido del nacimiento de un niño, la responsabilidad ante su condición de alter. Cabe preguntarse si es válida la expresión “fruto de la concepción” cuando no hubo un proyecto de ambos miembros de la pareja.
Las justificaciones para la interrupción artificial de un embarazo responden a causales de diversa índole: la más elemental es la imposibilidad de acceder a un yo mater en la crianza de un niño, sea por tener ya muchos, o porque el embarazo fue precedido de una defraudación amorosa, o por temores sobre fallas genéticas, o por su origen extramatrimonial.
La opción de abortar puede responder a una decisión elaborada entre ambos miembros de la pareja. Si la mujer lo decide unilateralmente, las consecuencias varían según las mociones desiderativas del partenaire: desde el alivio, un lavarse las manos, cuando prima la falta de compromiso, hasta el dolor, la desilusión, las depresiones en sujetos masculinos que anhelaban concretar una paternidad responsable. A la práctica del aborto puede seguir la ruptura de la pareja, en el marco de una retroalimentación de vivencias de vacío y pérdida.
A la opción de abortar no es ajena la influencia de patrones culturales en torno al delicado tema de la vida sexual, así como el hecho de que la progresión de un embarazo, tarde o temprano, no se puede ocultar y ello patentiza la cópula que le dio origen. En algunos casos, la censura del medio ambiente funciona como dique ante la vergüenza social, tratándose de una maternidad no legitimada por lazos filiatorios, marcada por una defraudación amorosa –abandono, infidelidad– o por desigualdades sociales marcadas. Así, una joven puede verse inducida a un aborto por responder a un modelo de acto sacrificial, salvador de la honra de los padres.
Otras veces, los progenitores vehiculizan discursos admonitorios proaborto para enmascarar resentimientos, como la rivalidad materna o la posesividad celotípica en padres despóticos. Así, la actitud “proabortista” de una joven a veces encubre defensas maníacas de triunfo sobre el objeto desde una pasividad extrema y formas de sumisión a mandatos generacionales.
Por ello es importante, al elaborar la toma de decisión, mirar hacia atrás para evaluar: la calidad de los procesos identificatorios con la pareja parental; la propia historia infantil; antecedentes de abortos maternos; hermanos, vivos o muertos, ya que podría tratarse de un intento de aplacar a la figura materna para eludir, por ejemplo, la rivalidad comparativa del número de hijos u otros factores determinantes.
Desde otro vértice, los estudios psicoanalíticos han observado, en el curso de las psicoterapias, fantasías conscientes e inconscientes ligadas a problemáticas de duelo por vivencias de pérdida de partes de sí, del cuerpo propio. Ello, en el marco de una indiferenciación adentro-afuera y una identificación con el feto desprendido.
Importa enfatizar que la decisión de llevar a la práctica un aborto y practicarlo suele constituir un hecho traumático, cuyos efectos persistentes varían según los casos. En todo caso, no es remisible a una cuestión de orden exclusivamente médico-biológico-reproductivo.
En síntesis: es importante la instancia de decisión ante un embarazo no deseado: asumir la impensada maternidad, dar en adopción o abortar. Todas las opciones implican efectos a corto, mediano y largo plazo irreversibles, para la mujer y su entorno –pareja, otros hijos, sus progenitores, etcétera–.
1. Al asumir el embarazo: en el “hacerse cargo” conviene propender al análisis minucioso de las condiciones socioambientales, para proveer un medio suficientemente bueno que albergue al niño, y considerar los recursos futuros.
2. Al dar en adopción: se destaca la importancia de un plan médico-psicológico-social que atienda las necesidades, tanto sanitarias como emocionales, de la joven preñada y su seguimiento posterior al nacimiento. Interesa evaluar la plasticidad del entorno social, ya que en condiciones no suficientemente contenedoras puede ser necesario el cambio de hábitat.
3. En cuanto a la decisión de acceder a un aborto inducido, cabe destacar que sus efectos suelen ser traumáticos; no debiera constituir una práctica indiferente. Su aplicación, en situaciones debidamente especificadas y ponderadas, no tendría que trascender hacia una recomendación amplia.
Su estudio requiere un debate amplio y desprejuiciado, acompañado de criteriosas políticas de salud.
Desde mi tarea en la prevención de las diversas formas de abandono, maltrato y abuso sexual infantil, no me caben dudas de que, en nuestro medio, debe responderse con urgencia al requerimiento de formas extendidas de educación sexual. Los slogans anticonceptivos para no abortar y aborto legal para no morir resultan inútiles si no se acompañan con medidas adecuadas de educación sexual.
Por Esther Romano *
* Médica especialista en psiquiatría y medicina legal. Psicoanalista titular didacta de APA.

sábado, septiembre 29, 2007

Ramones

El 16 de marzo de 1996 no fue un día común para muchos pibes que en la Argentina le entregaron un pedazo de su corazón punk a los Ramones. Porque aquella noche del Monumental, junto a Die Toten Hosen e Iggy Pop (más los locales Superuva, Attaque 77 y 2 Minutos), el cuarteto neoyorquino se despidió para siempre de sus fans criollos, en un extraño y furibundo show de hora y media que aún se comenta por las calles de Núñez. Y ese ritual adrenalínico y colectivo significó el fin de un romance. Al menos físico. Los Ramones le decían adiós a su público más fiel y más de 45 mil fanáticos volvían en silencio a casa para tratar de hallar guiños en las canciones y una forma de seguir sin ellos.
Casi desairados en el resto del mundo, habían encontrado en nuestro país un amor incondicional y desmesurado que los llevó a regresar en seis oportunidades desde su debut en 1987 en el Estadio Obras. Hoy, once años después de ese ya lejano y gigantesco “no va más”, el baterista Marky Ramone vuelve a la Argentina para homenajear a su banda junto a músicos de Expulsados, Los Violadores, Bulldog y El Otro Yo. ¿Cuál es el plan? “Tocar temas de los Ramones, divertirse y poder disfrutar de una música que fue única e irrepetible”, explica Marky del otro lado de la línea.
Ingresado al grupo en 1978 luego de la partida de Tommy Ramone, este señor de 51 años que se esconde bajo el terrenal nombre de Marc Bell participó en ocho de los catorce discos oficiales que editaron los neoyorquinos, y fue el responsable de la producción de End of the Century, quizá la mejor radiografía de su banda y lo que significó la movida punk en Estados Unidos en la década del ‘70. “Cuando me vinieron a ver para hacer el documental no estaba muy seguro, porque quienes llevaban el proyecto adelante tenían su propia idea de los Ramones. A ellos les interesaba mostrar más que nada las peleas y el costado oscuro, algo que se puede observar claramente en la película. Yo hubiera preferido quedarme con la parte más divertida.”
–Cuando comenzaron en el CBGB compartían escenario con Television, Talking Heads, Blondie y otros artistas. ¿Quiénes eran los más talentosos?
–The Ramones. Eramos los mejores. Teníamos un sonido propio, canciones originales y el mejor look de todos los músicos que entraban al CBGB. ¿Si éramos buenos? Realmente no podría afirmar eso, pero sí te puedo decir que fuimos únicos y diferentes a todos. Había cientos de buenos músicos todavía, pero los Ramones inventamos un estilo que perdura hasta hoy.
–¿Por qué en todos estos años no ha salido otra banda de las mismas características que The Ramones?
–Porque fue algo único y porque solamente existieron cuatro individuos con la misma química para tocar ese tipo de música. Y eso no se volverá a repetir. Pero fue muy duro llegar a ser The Ramones, como fue duro el hecho de que toda esa presión estuviera centrada sobre cuatro tipos. Estuvimos en el lugar indicado en el momento indicado y éramos quienes éramos, además de sentirnos influenciados por un montón de música. Creo que... simplemente sucedió.
–Estuvieron varias veces en la Argentina y siempre fueron acosados por el público: los esperaban en el hotel, los perseguían por la calle y llenaban todos los shows. ¿Te sorprendió tanta efusividad la primera vez que viniste?
–Definitivamente. Y las imágenes que se ven en End of the Century son las mías filmando desde dentro de la camioneta que nos transportaba. Recuerdo que cada vez que veníamos era una locura total. Había chicos esperando en la puerta del hotel, e incluso corrían varias cuadras a la par nuestra tratando de subir a los autos. Para nosotros fue algo sorprendente y realmente nos hacía muy felices. Era una de las razones por las que queríamos volver.
–Johnny y Joey mantenían una relación tensa y estrictamente profesional. ¿Cómo te parabas vos ante esa situación?
–Yo estaba siempre en el medio tratando de mantener la paz, pero Johnny le robó la novia a Joey y... así empezó la cosa. Joey intentó olvidarlo, pero todo lo que no contaba, se lo guardaba. Y vivió muchos años con el dolor interno de enfrentar y aceptar lo que había pasado. Pero nunca lo olvidó. La canción The KKK Took my Baby Away cuenta toda la historia de cómo Johnny se quedó con la novia de Joey. Si bien no aparece su nombre en el tema, él fue el verdadero vehículo de la canción.
–¿Joey era un tipo solitario?
–Bueno, en realidad Joey era un tipo muy reservado, no hablaba mucho de su vida privada y, además, era una persona muy tímida. Dee Dee era el que más hablaba, casi por todos nosotros, hasta que se volvió loco, pero un loco agradable, inofensivo. Y Johnny... bueno, era la persona que se encargaba de que todo funcionara, de que estuviéramos unidos y de que el proyecto nunca dejase de ser serio. Era una buen persona, pero muy confrontador.
–¿Todo se olvidaba arriba del escenario?
–Nunca dejamos que ningún problema interfiriera en lo que hacíamos sobre el escenario, porque sabíamos que los fans habían pagado para ver el show y nosotros teníamos el deber de entregarles lo mejor. Porque eso es lo más importante. Si alguien paga para verte, tenés que tocar.
–¿Qué se siente ser el último miembro original de la “familia Ramones”?
–Bueno, no nos olvidemos de Tommy. El hizo una carrera, pero no se dedicó al punk, ni volvió a tocar temas de los Ramones, sino que se orientó a la música bluegrass y ahora toca el banjo y no quiere representar más las canciones de los Ramones. Yo sí. ¿Qué es lo que creo? Que las canciones nuestras son tan buenas que se pueden seguir tocando y que tengo la obligación de, mientras viva, continuar con el legado. Por eso voy a estar en Buenos Aires.
–¿Qué relación tenían con los Sex Pistols?
–Tuvimos poca relación, ya que ellos sacaron un solo disco y duraron un año y medio, algo que mucha gente olvida. En cambio nosotros duramos veintidós años, así que nunca pudimos considerarlos rivales. Además, no éramos enemigos, al contrario. La única diferencia es que los Ramones fuimos cien veces mejores que los Sex Pistols. Hicieron un buen álbum, se convirtieron en la sensación de Inglaterra, y se acabaron.
–¿Pensás que el final de Sid Vicious estaba escrito?
–Sí, no hay dudas. Cuando él se mudó a Nueva York con Nancy, nos hicimos buenos amigos y salíamos bastante a ver bandas en el CBGB. Era un tipo divertido cuando estaba borracho, pero no podía parar su adicción. Sid continuaba bebiendo y drogándose mucho, lo que considero una pelotudez de su parte. Yo no estaba metido en esa historia y no me parecía bien que se arruinaran la vida de esa manera. Pero él, Dee Dee, Richard Hell y otros se inyectaban demasiada heroína. Creo que si no hubiera sido por eso hoy Sid estaría vivo cantando temas de Jerry Nolan y Johnny Thunders.
–¿Qué significó la Argentina para los Ramones?
–Me parece que uno debería estar agradecido de que existan países tan agradables y maravillosos como la Argentina. No había ninguna razón extraña, simplemente nos gustaba. Por eso siempre decidimos volver, volver y volver. Tanto para Joey, Johnny, Dee Dee, CJ y para mí, Argentina fue nuestro segundo hogar. Y lo va a seguir siendo.
* Marky Ramone toca el viernes 5 de octubre en El Teatro de Flores, Rivadavia 7806. A las 19.

sábado, septiembre 22, 2007

Send

HIGHLAND PARK, N.J.
Durante una de las últimas alarmas por los atentados de Al-Qaeda en Madrid, el editor en jefe de la agencia de noticias EFE intentó comunicarse con sus redactores por correo electrónico. No pudo. Tenía más de siete mil mensajes basura acumulados en el inbox o bandeja de entrada y, aunque los borraba a toda velocidad, se reproducían a una velocidad aún mayor. La mitad de los mensajes inútiles provenía de un joven empleado de la agencia. Informaba a sus amigos que estaría de viaje hasta fin de mes y que no leería su correspondencia. La otra mitad tenía su origen en un aviso similar de vacaciones enviado por el asesor de una fundación. El editor estaba en la libreta de direcciones de los dos y el mensaje, transformado en un eco sin freno, se multiplicó en los buzones sin que nadie pudiera detenerlo.
El inconveniente tardó días en conjurarse, y tanto el redactor como el funcionario, insultados por teléfono en sus retiros de verano, tuvieron que correr al cibercafé más cercano para cancelar el mensaje. El correo electrónico tiene apenas veinte años de vida, pero es ya una herramienta de diálogo y de negocios tan indispensable que es difícil imaginar la vida sin él. Permite buscar trabajo, inscribirse en las escuelas, recibir cartas de rechazo, comprar pasajes, organizar conferencias, aconsejar sobre tratamientos médicos, corregir exámenes, pedir préstamos, ofrecer disculpas, saber qué hacen los amigos en otras orillas del mundo.
También es una fuente inagotable de malentendidos, amores clandestinos y dolores de cabeza. Desde el principio, además, ha sido terreno propicio para la delincuencia. No hay habitante del espacio virtual que no haya recibido siquiera una vez, por más filtros y alertas que ponga en su sistema, ofertas de programas piratas, películas que no han sido estrenadas, recitales de música que se oyeron sólo una vez, por no mencionar los accesos a sitios de pornografía y a fiestas eróticas con trillizas.
Cualquier demostración de interés en esos comercios o en medicinas para el problema que sea –la depresión, el exceso de peso, la apatía sexual– puede caer aplastado por un diluvio de anuncios de la misma índole. Un sitio está ligado a otro, y éste a diez más, o a cien. El mundo virtual nunca duerme. Cuando es noche cerrada en Australia o Indonesia amanece en Chile y en California. Los e-mails son más vulnerables y accesibles que los viejos mensajes postales. Un hacker curioso puede abrir la correspondencia mejor guardada y exponer a la luz todos los secretos. Al menos una vez a la semana recibo mensajes enviados desde mi propio correo en los que me recuerdo a mí mismo amores ardientes que no he tenido, gano premios que no he ganado, me abrazo con amigos a los que no conozco, en lugares a los que nunca he ido. Un hacker podría seguir el hilo de esas cartas y, remontándose a la primera de todas, descubrir quiénes son el yo que, sin ser yo, me las hace llegar.
La mayoría de estos enigmas están aclarados en Send (Enviar), un manual de 250 páginas publicado a comienzos de septiembre en Nueva York. El comedido subtítulo lo presenta como “guía esencial para los e-mails en la oficina y la casa”. Y en verdad lo es. Abunda en lecciones de gramática, en datos históricos, en reflexiones sobre la conducta humana y en consejos para evitar errores fatales. A primera vista podría confundirse con un libro de autoayuda, pero va mucho más allá. Es una piedra de Rosetta en la que pueden leerse las drásticas y rápidas mudanzas que están sufriendo los signos en esta primera década del siglo XXI. Sus autores son David Shipley, editor de la página de Opinión de The New York Times, y Will Schwalbe, vicepresidente de la editorial Hyperion. Desde el arranque mismo de Send se enumeran los errores letales en que incurren los que envían e-mails sin pensarlo dos veces, al correr de las teclas. Ese es el riesgo. Una vez que se pulsa la orden de enviar ya no hay regreso. No se puede quemar el buzón ni suplicarle al cartero que no entregue el sobre. Los mensajes virtuales son como la muerte, el clic de Pandora, según los llama la periodista Janet Malcolm. Dante podría haber trazado un mapa nuevo del infierno con los pecados que se cometen por e-mail. Shipley-Schwalbe llevan al primer círculo los mensajes de jefes abusivos que les cobran a sus secretarias las cuentas de tintorería porque les mancharon los pantalones con ketchup o café, y al segundo las cartas imprudentes de empleados que preguntan a sus contactos permanentes de correo por el teléfono de una tal Rosa de Nor’wester Corp., con lo que desatan una cascada de preguntas y de mensajes telefónicos insolentes en la casa de Rosa. Y así. En el quinto círculo aparecen los esposos infieles, a los que sus mujeres descubren por una foto delatora que les llega por e-mail, o por un intercambio de mensajes fogosos con tal o cual compañera de trabajo. Hay cientos de matrimonios disueltos por un clic de Pandora apretado con imprudencia. Más en lo hondo del infierno están los espionajes legales de los servicios de inteligencia a los correos privados de los ciudadanos, y la revelación electrónica de un soborno político o de una fuente informativa. Al-Qaeda y Osama ben Laden también son protagonistas de la historia. El origen de sus dineros y dos o tres de sus conspiraciones fueron rastreadas y abortadas gracias al espionaje de sus e-mails. Send está lleno de curiosidades para los usuarios. Informa, por ejemplo, que el primer e-mail de la historia fue enviado por el Pentágono desde la Universidad de Los Angeles a la de Stanford. Decía solamente “Lo”. Esas dos primeras letras de Login (conectar) fueron las únicas en llegar a destino antes de que la computadora se atascara. Otro dato curioso, revelado en 2005 por dos investigadores del MIT, señala que, mientras que el 90 por ciento de los mensajes llegan en cinco minutos, el resto queda varado durante meses en el espacio virtual de ninguna parte. El universal signo @, que separa el nombre del usuario del sitio de Internet donde está ubicado su correo, se designa de manera diferente en casi todos los idiomas. En español es arroba, por la vieja unidad de medida y de masa; en inglés es at, la preposición que indica un lugar; en hebreo es shablul, que significa caracol; también se llama caracol en italiano, chiocciola; kukac o gusano en húngaro; y Xian Lao Shu o ratoncito en el mandarín de Taiwan. El jueves 13 de septiembre, cuando mi vecino Murray Steinberg celebraba el Año Nuevo judío, le llevé de regalo un ejemplar de Send. La familia de Murray es numerosa: cuatro hijos, dos nueras, tres nietos. Me sorprendió verlo comiendo solo en la penumbra del comedor. Le advertí que estaba de paso por sólo unos minutos y le entregué el libro. Casi me lo tiró por la cabeza. Me contó que había estado llevando un diario en el que escribía todo lo que pensaba. Ese día, aprendiendo el lenguaje de los e-mails, copió fragmentos del diario para mandárselos a sí mismo, con la idea de que si los ocultaba con una contraseña estarían más seguros. Oprimió la tecla equivocada y se los envió a toda la familia. Fue un error tonto y fatal. Al abrir sin querer la caja de Pandora, todos los males de su vida secreta le cayeron encima.
Por Tomás Eloy Martínez
Para LA NACION

domingo, agosto 26, 2007

Praga








Puente sobre el Moldava
Misteriosa, bohemia y artística, Praga es la perla de Europa del Este. De los barrios de Malá Strana a la Ciudad Vieja, un paseo sobre el puente de Carlos IV, uno de los más antiguos y emblemáticos de la ciudad, que en 2007 cumple 650 años.

Por Graciela Cutuli
Algo tiene Praga que fascina, y no es nada difícil descubrirlo. Lo difícil es saber con cuál de sus encantos quedarse. Formada por cinco antiguas ciudades en torno del río Moldava (Vlatava en su nombre local), el gótico y el barroco parecen haber querido reunir sus esplendores en esta capital hecha de monumentos pero también de callecitas recónditas, que supo de la gloria y también del sufrimiento. Para organizar el viaje es posible plantearse un recorrido temático, que vaya de la Praga de los Habsburgo a la Praga art-nouveau de la Ciudad Nueva, del Barrio Judío al Castillo de Praga, o bien partir de la Ciudad Vieja, a un lado del célebre puente de Carlos IV, hacia Malá Strana, uno de los sectores mejor conservados. La ventaja de Praga es que es relativamente pequeña y caminable, además de infinitamente fotogénica. Y durante todo el recorrido suenan, como un rítmico acompañamiento en la memoria, las notas del “Moldava”, del compositor checo Bedrich Smetana, que evoca en sus compases el curso del río que atraviesa la ciudad. Sobre el Moldava se levanta el puente de Carlos IV. Y sobre este puente pasó buena parte de la historia de Praga.
El antiguo y sólido puente sobre el Moldava enlaza la Ciudad Vieja con el barrio del famoso castillo.
Una panorámica de la ciudad de Praga, una de las más bellas de la vieja Europa.
Arte y arquitectura se dan cita en cada rincón de la histórica capital checa.
El puente de Praga




El puente de Carlos IV merece un lugar en los más famosos del mundo, desde el inconcluso de Aviñón hasta el antiguo Pont Neuf de París, sin olvidarse los modernos de Brooklyn o el Golden Gate en Estados Unidos. Con más de 500 metros de extensión y diez de ancho, une las dos orillas del río, respectivamente los barrios de Stare Mesto y Malá Strana. La construcción comenzó en 1357 por orden de Carlos IV, para reemplazar el puente anterior destruido por una inundación, y fue realizado con bloques de arenisca, que se reforzó uniendo a la argamasa huevos y vino. Parece que la mezcla dio resultado, porque 650 años después sigue sólidamente en pie. Y eso que en sus siglos de historia no le faltaron agitaciones: desde numerosas inundaciones que afectaron algunos de sus pilares (la última fue el desborde del Moldava en 2002, que provocó graves daños en Praga), hasta batallas que se libraron sobre su pasarela. En verdad la teoría del añadido de huevos a la argamasa es una leyenda, pero algunos estudios realizados recientemente –aunque no pueden probarlo– confirmaron que hay en la construcción elementos orgánicos. Lo cierto es que la piedra fundamental del puente se colocó a la hora que determinaron astrólogos y expertos en las arcanas ciencias de la numerología: las 5.31 del 9 de julio de 1357. Un momento que, escrito bajo la forma “palindrómica” (es decir capicúa) 135797531, se encuentra grabado en la torre de la Ciudad Vieja. Como es de imaginar, la obra fue larga y costosa; y el puente se construyó hasta principios del siglo siguiente, financiando la obra con el cobro de peajes. Bien valía la pena, ya que su importancia la convirtió en un centro comercial en sí mismo, y en testigo de una historia que llevó a Praga desde el esplendor de la Edad Media hasta los vaivenes de la Guerra de los Treinta Años, cuya tregua se firmó sobre el mismísimo puente en 1648.
Noche y día
Vale la pena cruzar el puente de Carlos IV al menos en dos momentos del día, a la sombra de las 30 estatuas que lo bordean, y que fueron colocadas –dándole su aspecto actual– entre 1683 y 1938. Casi casi, otro caso de estudio para los numerólogos, ya que 83 es la inversa de 38, y lo mismo podría decirse del 6 y el 9 invirtiendo sus posiciones... Pero dejando de lado estas curiosidades, de mañana y durante el día el puente es una suerte de mercado al aire libre donde vendedores de toda clase de cosas se disputan la atención de los turistas. Los mismos que convirtieron a Praga en una de las capitales turísticas mundiales desde la apertura de los años ’90, cuando Europa occidental redescubrió una de las más bellas ciudades del Este, por entonces a costos impensables para las economías del Oeste. Por la noche, en cambio, la luna llena pone sobre el puente un especial toque de romanticismo, y si hay niebla para acompañar, la silueta de Praga toma entonces un perfil entre feérico y fantasmagórico que combina muy bien con sus leyendas y tradiciones.
De un lado queda Malá Strana, la parte barroca de la ciudad, fundada sobre las laderas de la colina del castillo, que se divisa al fondo. Allí están la tradicional plaza dominada por la iglesia de San Nicolás, el palacio Schönborn y el palacio Wallenstein, así como la encantadora isla Kampa, la “Venecia de Praga”. Del otro lado del puente se levanta la Ciudad Vieja, Stare Mésto, que empezó a desarrollarse alrededor del siglo XI y doscientos años después se convirtió en ciudad con ayuntamiento propio. Varias de las calles son peatonales, flanqueadas por edificios de gran belleza y carácter, sobre todo las concentradas en torno de su plaza principal, como la otra iglesia de San Nicolás. Por esta parte de la ciudad se pueden seguir también las huellas de Franz Kafka, uno de los habitantes ilustres de Praga.
Actualmente el puente de Carlos IV es peatonal, aunque antiguamente permitía el paso de hasta cuatro carruajes simultáneamente. Sus torres góticas forman parte del diseño original, y se destaca especialmente la de la Ciudad Vieja, diseñada por Peter Parler, que también dirigió las obras del puente. En el primer piso hay una galería mirador, que tiene excelente vista sobre Malá Strana y el castillo de Praga. En cuanto a las esculturas (que son casi todas copias de las originales, conservadas en el Museo Nacional de Praga), son también casi todas de estilo barroco y fueron realizadas en su mayoría entre 1683 y 1714. Representan santos muy venerados en la época, como San Adalberto, San Juan de Mata, San Félix de Valois o Santa Lutgarda, cuya estatua se considera una de las principales artísticamente hablando, y evoca la historia de la monja que se recuperó de la ceguera al tocar las llagas de Cristo. Al cruzar hay que prestar atención al crucifijo de madera que se colocó en 1629, y fue durante mucho tiempo el único ornamento del puente, así como a los relieves que representan el martirio de San Juan Nepomuceno, arrestado y torturado por su desacato al rey, y luego arrojado desde el puente. El culto a este santo se promovió para contrarrestar la fuerte influencia del religioso reformista Jan Hus.
Finalmente, aunque cueste, habrá que decidirse a dejar atrás este puente (que no se visita como un medio para cruzar de un lado a otro, sino como un monumento en sí mismo). Es que en Praga es mucho todavía lo que espera ser visto: la Torre de la Pólvora, la Casa de los Osos Dorados, la iglesia de Nuestra Señora de Týn, el reloj del ayuntamiento (cuyo constructor fue cegado, para que no repitiera su obra maestra), el Barrio Judío con su cementerio y sus sinagogas, las casas cubistas, el convento de Santa Inés, el castillo de Praga, la Catedral de San Vito, el Monasterio Strahov y la Ciudad Nueva, que aunque se fundó en el siglo XVI sufrió un importante proceso de reurbanización, al que le debe su fisonomía actual, en el siglo XIX. Lo cual, para una ciudad de la historia de Praga es algo casi totalmente nuevo.

Familia López Hernando





































domingo, agosto 19, 2007

Mitos argentinos


Sandro de América

larga vida y feliz cumple.....Maestro!

sábado, agosto 18, 2007

La última cena de Pier Paolo Passolini


Sporco comunista", "mascalzone", "frocio", "fetuso"... ("sucio comunista", "sinvergüenza", "golfo", "maricón"...).

Son las últimas palabras que escuchó Pier Paolo Pasolini antes de ser apalizado hasta morir en la noche del 1 al 2 de noviembre de 1975. Los mismos insultos que hasta hace poco ensuciaban su monumento funerario, que recuerda el lugar donde se perpetró el homicidio en un desolado paraje de Ostia, a 30 kilómetros de Roma. El Ayuntamiento de Ostia Lido decidió cercar la estatua con alambre y unas rudimentarias vallas de madera para evitar las pintadas que deshonraban al artista que amaba a los ragazzi di vita (muchachos de la vida).

"Pino no tenía cara de asesino...", dice la dueña de la 'trattoria' donde cenaron el director y el homicida
Las autoridades han vallado su estatua en Lido de Ostia para evitar las pintadas y a los yonquis
Sobre el páramo yermo donde fue reventado a palos hace 31 años se alza ahora una columna más cursi que simbólica, coronada por una paloma que sostiene en el pico una luna llena. Se supone que se puede visitar de lunes a sábado, entre las 9.00 y las 13.00, pero casi nunca está el guarda que abre el candado de la verja. "Venían los chicos y la ensuciaban con sprays. Por la noche se reunían para beber o chutarse. Aquí hay mucha droga, ¿sabe?", dice Giampietro Falcone, taxista de profesión.
"Gente normal, / me condenáis: / a temblar, / a odiar, / a ocultarme, / a desaparecer...", decía el director italiano que, tres décadas después de su muerte sigue levantando ampollas como prueban las verjas del monumento de la Via del Idroscalo, una calle-carretera que discurre entre barbechos salpicados de barracas deshabitadas y galpones que alojan coches polvorientos. Las autoridades programan allí homenajes periódicamente, así que había que mantenerlo a salvo de pintadas y de yonquis.
¿Qué conmemora en realidad el monumento? Según la versión oficial, que Roberto Pelosi, apodado Pino Rana, un chapero de 17 años, golpeó hasta la muerte a Pier Paolo Pasolini, de 53 años. La otra versión, defendida por sus allegados y espoleada por la periodista ya fallecida Oriana Fallaci es que fue víctima de una conspiración política, y que Pelosi sólo fue el cebo que le condujo a la emboscada en la que participaron al menos tres sicarios.
Sea como fuere, si alguien quisiera rememorar hoy el crimen no encontraría muchas dificultades. Los escenarios siguen casi intactos. Como la estación Termini, donde el cineasta recogió al joven prostituto y le invitó a subir en su coche, un Alfa Romeo GT plateado. Los chaperos que amó Pasolini siguen allí. Ya no se amparan bajo los restos de la muralla aureliana, que apesta a orines. Ahora lo hacen en el interior de la estación, en la entrada de la Via Giovanni Giolitti, junto a las escaleras mecánicas. Basta un guiño y se acerca un veinteañero de tez cobriza. "Soy Rocco", afirma, entre descarado y amenazante mientras sus hermanos de oficio contemplan la escena. La única diferencia es que hoy llevan cinturones con unas enormes hebillas en las que se lee D&G y se calan gafas de sol de imitación de grandes marcas. Rocco ofrece sus servicios con dos tarifas. En los aseos de la estación, 50 euros; si hay que salir, el precio sube.
Pino Rana declaró en el juicio que Pasolini le ofreció 20.000 liras de entonces (unos 10 euros). El chapero, que ahora tiene 48 años, subió al Alfa del artista, que cogió la Via Nazionale para salir de la ciudad. En el trayecto, al muchacho le entró hambre. Pasolini conocía una trattoria, junto a la basílica de San Pablo, en la Via Ostiense, que conduce a la costa. Se llamaba y se llama Biondo Tevere. Un local alojado en una casa de dos pisos, de paredes encaladas y una luminosa terraza con vistas al Tíber (Tevere) del que toma el nombre. Al artista boloñés le encantaba pasar allí las horas muertas "pensando y escribiendo sus cosas". Las comillas son de Giuseppina Panzironi, cocinera y regente del local desde hace cinco décadas. Ahora tiene 76 años. Ella preparó la última cena de Pasolini y de su homicida. Sentada en la misma mesa donde ambos compartieron mantel rememora la escena: "Nos dijo que le preparáramos algo al chico, que él no tenía hambre porque ya había tomado un bocado en Roma". En su voz hay cierta inquietud, como si esperara aún una revelación que esclareciera lo sucedido aquella fatídica noche. "Era el día de Todos los Santos y no había mucha gente. Mi marido, Vincenzo, les tomó nota. El muchacho pidió spaghetti all'aglio, olio e peperoncino y pechuga de pollo. Pero él insistió en que no tenía apetito, que le bastaba con una birra y una banana. Sólo eso". Ésa fue la última cena del director de El Evangelio según San Mateo. "Se le veía tranquilo. Hablaba en voz baja con el muchacho mientras éste comía... Pino no tenía cara de asesino. Tenía cara de... chiquillo", apunta.
La sala de la planta de abajo de la trattoria se ha convertido en un pequeño museo en torno a la figura del director de Edipo Rey. De la pared cuelgan fotos suyas junto a sus amigos y los actores con los que trabajó como Ana Magnani, dibujos y poemas manuscritos. Sus íntimos en Biondo Tevere eran el escritor Alberto Moravia y su esposa Elsa Morante, y el poeta Dario Bellezza. "Él era muy tranquilo, nunca armaba jaleo, ni bebía. Si acaso una cerveza. Cuando acababa no esperaba la cuenta. Le daba a Vincenzo un cheque en blanco y le decía 'pon tú la cantidad", dice la anciana cocinera.
Giuseppina no tiene constancia de que nadie siguiera al Alfa Romeo hasta su local, ni que le estuvieran esperando a la salida, como apunta la versión conspirativa que hizo reabrir el caso hace tres años. Sólo sabe que el auto partió sobre las doce de la noche hacia Ostia.
Pasolini era un maldito y el malditismo le ha perseguido hasta después de su muerte. El lugar donde cayó muerto, perteneciente a Lido de Ostia, no es el destino turístico ideal. "Entonces venían aquí personas importantes, gente del cine como Fellini y Sordi. Pero ahora nos cae esta chusma de la droga y los turistas se espantan", dice el taxista Falcone. Porque en la estación de Lido Nord no sólo se bajan bañistas, sino muchos enganchados que vienen a buscar su dosis. Pietro es uno de sus camellos. Trabaja en los alrededores de la plaza Lorenzo Gasparini, en el mismo centro del Bronx, como le llaman a este barrio los lugareños. La policía hace redadas periódicas, pero no ha conseguido acabar con la reputación como uno de los supermercados de la droga romana.
Pasolini celebró a estos desharrapados, a los accattone, el proxeneta que protagonizó su primera película. Pietro conoce a casi todos estos muchachos del bogarte (de la calle). Pero no tiene ni idea de quién fue Pasolini, el muerto más ilustre de su localidad. Viéndole trapichear, uno imagina que Pasolini volvería a morir aquí si le dejaran elegir, junto a Pietro, junto a Pino Rana, sin monumentos.
Para El país viernes 17 de agosto de 2007

lunes, agosto 13, 2007

La Stasi, y el peso de la mentira





Berlín. (EFE).- A punto de cumplirse el 46 aniversario de la construcción del Muro de Berlín ha aparecido el primer documento que demuestra que existía una orden explícita de disparar contra las personas que intentaran huir de la República Democrática Alemana (RDA).

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El documento hallado en una dependencia de los archivos de la Stasi -la policía secreta de la RDA- en Magdeburgo data del 1 de octubre de 1973 y está dirigido a una unidad especial infiltrada en las brigadas fronterizas, cuya misión era evitar la fuga de los propios soldados, algo que ocurría a menudo. "No duden en hacer uso de las armas, ni siquiera si la trasgresión fronteriza se produce con mujeres y niños, algo que los traidores utilizan con frecuencia", reza el texto de la orden de la que se hacen eco hoy los medios alemanes. En el documento se subraya que "es deber" de todo miembro de esa unidad responder a la "astucia" de los que quieren darse a la fuga mediante la "detención" o "liquidación". Se trata de la primera vez que aparece escrita una orden explícita de disparar en el muro interalemán. Según el portavoz de los archivos de la Stasi, Andreas Schulze, en declaraciones a varios periódicos, oficialmente las leyes de la RDA tan sólo contemplaban el uso de armas como "última medida". Los dirigentes de la RDA habían negado siempre la existencia de una "orden de disparar". La orden secreta de 1973 demuestra, según Schulze, que "la historia de la RDA no se ha terminado de contar". Hasta ahora no hay ni siquiera certidumbre sobre el número exacto de personas que fallecieron al intentar huir de Alemania oriental. Según los responsables del Museo del Muro en Berlín, el número de muertos asciende a 1.200. La fiscalía de Berlín, en cambio, sólo ha podido demostrar 270 muertes. El 13 de agosto de 1961 el Gobierno de la RDA dio la orden de erigir un muro entre la parte oriental y la occidental de la ciudad, que dividió Alemania hasta su caída en noviembre de 1989. Como todos los años, hoy se celebran diversos actos de conmemoración de las víctimas, que incluyen, por ejemplo, una ofrenda floral del alcalde gobernador, Klaus Wowereit, en la Bernauer Strasse, en su momento uno de los puntos más llamativos de la división, pues eran los propios edificios de esa calle los que hacían las veces de muro. Cuando se empezó a erigir el muro muchos inquilinos de esas casas se arrojaron al vacío para caer en la parte occidental: algunos sobrevivieron, otros murieron.


para La vanguardia 13 de agosto de 2007

domingo, agosto 12, 2007

Ariel Roth




Histórico & Elegante
Estuvo en la legendaria Tequila, banda fundadora del rock en España. Fue parte fundamental de la banda de Andrés Calamaro en los años ’80. Compuso con él algunos de los hits de aquellos años. Y ya en los ’90 fundaron juntos Los Rodríguez. Ahora, con un puñado de discos solistas que destilan clásicos de bajo perfil, Ariel Rot reclama sus merecidos laureles como solista con Dúos, tríos y otras perversiones, un disco con invitados de acá y de allá, en el que recupera todas esas grandes canciones de su carrera que merecen ser escuchadas una vez más.

Por Rodrigo Fresán
1 La última vez que hablé con Ariel Rot no fue en persona sino por teléfono. Ariel vive en Madrid y yo en Barcelona y, por esos misterios del espacio/tiempo, las dos ciudades están mucho más lejos una de otra de lo que nos cuenta la supuesta veracidad de los mapas. Así que yo, desde el móvil de Alfredo Garófano, un amigo en común, le comenté a Ariel que acababa de ver por primera vez el magnífico videoclip de esa todavía más magnífica canción que es “Ahora piden tu cabeza”: suerte de credo ético y estético del oficio, graciosa a la vez que profunda reflexión sobre la fugacidad del afecto de los seguidores, equivalente en el canon rotiano a la “Tower of Song” de Leonard Cohen. Y me acuerdo de que le dije a Ariel que lo que, además de todas las virtudes ya señaladas, me impresionó y me gustó mucho de la canción y del clip –en el momento en que él aparece a bordo de un bote, tocando su guitarra y cantando– fue un movimiento, un movimiento más inteligente que astuto (que no es lo mismo) que hacía él con su cabeza a la hora de rasguear las cuerdas para así subrayar la intención de un determinado verso. Véanlo ustedes a la altura del DVD que aquí se incluye, pero entonces yo no pude ver la cara de Ariel porque –ya lo apunté– todo pasaba a través de un móvil que aún no había crecido lo suficiente pero ya crecerá a mini cámara-monitor y todo eso. Pero sí detecté cierto desconcierto del otro lado de los pulsos y después, enseguida, a un intrigado Ariel Rot: “¿Te parece? ¿Cuál movimiento? ¿En qué parte?”, preguntó. En resumen: Ariel no se había dado cuenta de lo que había hecho o –lo que es mejor– lo había hecho sin darse cuenta. Y, de acuerdo, supongo que lo que acabo de contar no contiene la épica o el desenfreno o la trascendencia histórica que suele exigírseles a las grandes leyendas urbanas o camineras o campesinas del rock. Pero para mí es muy importante porque, me parece, define a la perfección el perfil y frente, los solos y las estrofas, de Ariel: un tipo elegante por encima de todo y de todos. Y se sabe: los auténticos elegantes son aquellos que no son conscientes de su propia elegancia, que no van por ahí preocupados por ser elegantes, que le dedican al asunto el mismo esfuerzo que le dedican al tan simple como complejo imprescindible acto de respirar. Sí: los verdaderos elegantes son los que menos piensan en la elegancia.
Y punto.
2 Y aparte. Pero, de algún modo, seguido. Porque Ariel Rot no deja de seguir, de continuar. Ariel es, además de elegante, también, un tipo histórico: uno de esos contados dueños de la Historia quien, para hacer todavía más evidente su condición de eternauta, parece no envejecer. Las modas pasan y Ariel –nada que ver con un delicated follower of fashion– permanece. Ariel es una de las pocas personas que conozco que son históricas (lo que, según pasan los años, no es tan difícil de ser) y dignas (lo que sí es muy difícil, porque si algo nos regala el tiempo es la oportunidad de meter una y otra vez la pata, de tropezar tantas veces con la misma piedra). Así que digámoslo así: Ariel cada vez canta y toca y compone mejor pero, también, siempre está más o menos igual, intacto, fiel a sí mismo, bien trajeado y listo para salir al ruedo y al escenario. Vivo y en directo, la actitud y la estampa de Ariel siempre ha sido irreprochable. Ya sea en la juvenil velocidad tan madrileña de Tequila (con los Stones como pecadores santos patrones); en el pop-fashionista ’80 de sus primeros tiempos a solas; en el primer encuentro con Andrés Calamaro (pensar en “Cartas sin marcar”, en “Sin saber qué decir” o en esa cima del argen-beat que es “Pasemos a otro tema”); en la euforia entre canalla y caballerosa que fueron Los Rodríguez: inocentes y culpables, ahora actuando en el fantasmal Canal 69, de haber influenciado a buena parte –lo muy noble y lo inapelablemente bastardo– de lo que hoy pasa y suena y sonando pasará en el paisaje ibérico. Así hasta llegar a lo que (y que para mí, ya comienza a oírse en canciones tempranas como “Estoy en la luna” y “Los pactos”, se continúa en la delicadeza de sus partes en “Sin saber qué decir”, “Me estás atrapando otra vez”, “Dulce condena”, “La mirada del adiós”, “Especies que desaparecen” o la magnífica “Buena suerte”), a falta de un mejor nombre, puede entenderse como su madurez. Aquí y ahora, otra vez a solas, pero más que bien acompañado: aquella mirada “desde afuera” de “Milonga del marinero y del capitán” conectando la mítica y mística del rocker curtido en “Hoja de ruta” o con el recuerdo de chicas peligrosas que acabaron siendo tan sólo un peligro para sí mismas en “Vicios caros” o “Muñeca rota” no impidiendo sino alentando, de vuelta a casa, a los ojos vueltos hacia adentro en la perfección entre doméstica y confesional de “Una casa con tres balcones”, la canción de cuna para despertarse que es “Gustos sencillos”, “Yo no sé dónde estaría”, “Los tipos duros no bailan” y la ya varias veces tarareada aquí “Ahora piden tu cabeza”. Canciones todas ellas que giran en los álbumes Hablando solo, Cenizas en el aire, Lo siento, Frank y Ahora piden tu cabeza. Canciones donde no hay juegos de palabras, pero las palabras sí miran jugar. Canciones en las que sigue haciendo calor, pero no tanto como antes, porque lo que aquí importa –lo que demuestra el crecimiento de Ariel Rot como songwriter de ley y orden– es que ahora también hay tiempo para cantarles a esas corrientes de aire frío que se cuelan por grietas y puertas entreabiertas.
Digámoslo así, parafraseándolo a él mismo: con Ariel Rot el tiempo hizo lo suyo, aflojó los tornillos e hizo crecer goteras en la azotea, sí, pero también, sobre todo, le fue, le sigue, le seguirá sacando brillo.
3 Por ahí y desde hace un tiempo anda dando vueltas la idea de que todo escritor del tipo “joven” en realidad siempre quiso ser rock star. No es mi caso, aunque sí siempre me interesaron las personas plugged y unplugged por su siempre implícita potencia de personajes. Y, entre todos ellos, claro, los guitarristas que vienen a ser algo así como el tótem y fetiche de la cuestión y, me temo, a partir de aquí este texto se va a poner aún más descaradamente personal.
Dicho esto, diré que siempre me interesó Ariel Rot. Por cuestiones geográficas me perdí el fenómeno Tequila, pero tengo que decir que Ariel Rot me intrigó desde la primera vez que lo vi y lo escuché, en uno de esos inevitables macroprogramas sabatinos de la televisión argentina. Ariel Rot había vuelto a Buenos Aires –importado o repatriado por el entusiasmo del productor y conductor del show– para presentar Debajo del puente, disco y canción que de inmediato me hizo ponerme alerta, porque esa canción, por suerte, aunque sin enfrentarse a nada ni a nadie, tampoco parecía encajar en absoluto en el territorio siempre riguroso y un tanto paradójicamente castrador de las etnias musicales porteñas. De esa experiencia, de esa visita, si mal no recuerdo, Ariel Rot prefiere no acordarse.
Meses más tarde, conocí a Ariel Rot en persona. No recuerdo el día exacto, pero sí la noche precisa, en un piso con vistas al Cementerio de la Recoleta. Eran los tiempos en que Ariel Rot giraba con Andrés Calamaro las canciones de, para mí, dos títulos legendarios: Por mirarte y Nadie sale vivo de aquí. Eran momentos difíciles, las redondas canciones pop, los rocks angulosos no eran lo que se usaba por aquel entonces y sólo diré aquí que acompañé a esa banda a lo largo y ancho de varios bares y fondas de mala muerte y de buena vida donde, en escena, cualquier cosa podía suceder e, invariablemente, todo sucedía. No entraré en detalles porque la discreción me lo reclama e impide, pero sí diré que, en el epicentro del terremoto y en el ojo morado del huracán y en la carcajada de la situación más lamentable, Ariel se las arreglaba para conservar siempre ese aire de dandy recién aterrizado a la vez que esa dureza de marine fogueado en los más difíciles desembarcos. Desde allí y hasta aquí, jamás he oído a nadie hablar mal, ni nadie me ha hablado mal de Ariel. Todo lo contrario. Supongo que significa algo, estoy seguro de que importa mucho, me consta que es algo que no sucede seguido, casi nunca.
Y entonces y ahora, en las malas y en las buenas, Ariel –en la estrechez de un camerino, en la penumbra de un autocar, en la demasiado poblada mesa de un restaurante donde siempre se puede hacer un aparte o en la privacidad de un living con varias horas por delante– siempre me sorprendió como uno de esos contados músicos que jamás se ponía a monologar sobre la certificada leyenda propia, prefiriendo conversar acerca de todo lo demás que le interesaba: de cine, de libros, de arte y no exclusivamente sobre lo que se usa o lo que está en boca y oído de todos. Y, claro, especialmente sobre música. Pocas veces me he reído más y nunca he comprendido mejor los brillos y miserias del panorama rocker de aquí, de allá y de todas partes, que al ser desmenuzados por Ariel con los mismos modales con que toca la guitarra. Una guitarra que, si las guitarras cantaran, tendría la voz de Frank Sinatra. Una guitarra más de oxígeno que de aire y que más de uno habrá intentado imitar, en vano, frente al espejo de lo inimitable: ese implacable buen gusto pero pulso firme y clínico, esa púa funcionando como un bisturí al que no le hace falta ningún tipo de anestesia, esas notas justas que siempre sacan la mejor nota. La guitarra que es la mejor de la clase y en su clase dándole a cada uno lo que le toca y a cada canción lo que le corresponde. Aquello que es lo que distingue todos los tracks incluidos en este Etiqueta negra: la posibilidad que sólo te brinda el talento de poder dedicarse a cada una de las canciones como si se tratara de todo un long-play, empezando y terminando en sí mismo. Una dialéctica enciclopédica que le permite a esta guitarra saber tan reflexiva como instintivamente lo que necesitan todas ellas.
Y dárselo.
Eso que nos ha venido dando Ariel Rot desde hace tres décadas (volviendo a lo de antes y para ir cerrando: nunca quise ser rock-star, pero me molestaría mucho no ser amigo y público del histórico y elegante Ariel Rot) y que aquí se resume, pero no se consume. Porque –insertar aquí ese movimiento de cabeza, ese movimiento de esa cabeza que siempre piden, pero que jamás se entrega o se rinde– aunque ya es tarde y amanece, esta fiesta nunca se desvanece.
Dúos, tríos y otras perversiones es la edición local de uno de los cuatro discos que incluye la caja de rarezas, extras y DVD que salió en España con el nombre de Etiqueta negra, y que acá sólo se consigue a través de disquerías especializadas que la importen. Los textos de Andrés Calamaro, Rodrigo Fresán y David Bonilla forman parte del excelente dossier incluido en esa caja. Las fotos de Alfredo Garófano fueron especialmente realizadas para esta nota.


Para Página 12 Domingo 12 de agosto de 2007




viernes, agosto 10, 2007

Aquí se sentó Mafalda


Muy pronto, "la casa de Mafalda" tendrá una placa que la recuerde. Se trata de una edificación ubicada en Chile 371, en el barrio de San Telmo, que sirvió de inspiración a Quino al momento de dibujar el lugar donde vivía su personaje más famoso.
Pablo Mancini, uno de los dos bloggers que iniciaron hace casi dos años el proyecto de colocar allí una identificación, informa hoy en su página web que la Legislatura de la Ciudad le informó que ya se están barajando fechas para el acto.
La iniciativa surgió en 2005. Ese año, los alumnos de la Maestría en Periodismo de Clarín realizaron una publicación, en la que dieron cuenta de la existencia de esa casa, donde no había (ni hay aún) ninguna identificación relacionada con uno de los personajes de ficción más emblemáticos de nuestro país.
Mancini y Darío Gallo -dos bloggers que conocieron el dato a través de la revista, llamada "Aires del Sur"- crearon una bitácora, titulada "La casa de Mafalda", con el fin de juntar firmas para que el gobierno porteño coloque una placa allí. El proyecto fue impulsado por el legislador socialista Norberto Laporta y se convirtió en ley en diciembre del año pasado.
La placa incluirá la frase "Aquí se sentó Mafalda". El texto de la resolución que aprobó la ley señala que, con una identificación, el lugar constituirá "un hito turístico y cultural dentro de la ciudad" y "un punto inevitable de todos los turistas que visiten el barrio de San Telmo".

martes, julio 31, 2007

Sentido común


Quién fue Pitágoras
Por Adrián Paenza
Cuando uno habla de la belleza de la matemática, inexorablemente tiene que producir algo precioso que justifique el calificativo.
Lo que sigue es una de las demostraciones más espectaculares y atractivas del teorema de Pitágoras. Créame que si en el momento en que usted o yo nos tropezamos con Pitágoras por primera vez nos hubieran mostrado lo que sigue, no hubiéramos penado ni con el enunciado ni con su estética maravillosa.

Es más: créame que ni siquiera hace falta que escriba el enunciado del teorema. Lo va a deducir usted sola/o. Anímese que vale la pena. Acá va la historia.
Hace muchos años, Carmen Sessa –extraordinaria referente en la Argentina en cualquier tema que tenga que ver con la didáctica de la matemática y en la forma de comunicarla– me acercó un sobre con varias demostraciones del teorema de pitágoras. No recuerdo de dónde las había sacado, pero ella estaba entusiasmada al ver cuántas maneras distintas había de demostrar un mismo hecho.

Tiempo después supe que hay un libro (The Pythagorean Proposition o “La proposición Pitagórica”) que contiene 367 pruebas de este teorema y que fue reeditado en 1968.
De todas formas, y volviendo a las pruebas que me había dado Carmen, hubo una que me dejó fascinado por su simplicidad. Es más: a partir de ese momento (última parte de la década del ’80) nunca paro de reproducirla cada vez que puedo. Y de disfrutarla. Ahora lo invito a que la comparta conmigo.
Usted no necesita saber nada.

Bueno, casi nada.

Hace falta que usted sepa lo que es un triángulo, un ángulo recto (de 90 grados) (como si fuera una escuadra) y que sepa que se llama triángulo rectángulo justamente a un triángulo que tiene un ángulo recto. Eso es todo.
Por último, si usted fuera a alquilar una pieza para vivir y le dijeran que es de 4 x 5 , ¿podría contestar usted los metros cuadrados que ocupa? Estoy seguro de que sí (20, tiene razón) ¿Y cómo lo hizo? Lo dedujo multiplicando los dos números: 4 x 5. Bien. Eso es todo lo que hace falta. Bueno, acá voy.
Supongamos que se tiene un triángulo rectángulo que voy a llamar T, y a los lados los voy a llamar a, b y h .
Imaginemos que el triángulo T está hecho “pegando” tres hilos. Supongamos que se le puede “cortar” el lado h, y que uno puede “estirar” los lados a y b.
Con este nuevo “lado”, de longitud (a+b), fabricamos dos cuadrados iguales. Cada lado del cuadrado mide (a+b).
Marcamos en cada cuadrado los lados a y b, de manera tal de poder dibujar estas figuras .
Ahora, observemos en cada cuadrado cuántas veces aparece el triángulo T (para lo cual hay que marcar en un dibujo los cuatro triángulos T en cada cuadrado).
Como los cuadrados son iguales, una vez que hemos descubierto los cuatro cuadrados en cada uno de ellos, la superficie que queda “libre” en cada uno tiene que ser la misma .
En el primer cuadrado, quedan dos “cuadraditos” de superficies a2 y b2 respectivamente. Por otro lado, en el otro cuadrado, queda dibujado un “nuevo” cuadrado de área h2.
Conclusión: “tiene” que ser
a2 + b2 = h2
que es justamente lo que queríamos probar: “en todo triángulo rectángulo se verifica que el cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma de los cuadrados de los catetos”.
En este caso, los catetos son a y b, mientras que la hipotenusa es h.
¿No es una demostración preciosa?
Es sólo producto de una idea maravillosa que no requiere ninguna herramienta complicada.
Sólo sentido común.
para Página 12 martes 31 de julio de 2007.