Todos somos transparentes
La blogosfera ha vuelto mucho más rico el debate global y también nos ha dado total visibilidad a cada uno de nosotros. Cuando todos son editores, paparazzi o cineastas, todos los demás se convierten en figuras públicas
Hace tres años estaba tomando un avión en el aeropuerto Logan de Boston y fui a comprar unas revistas para el vuelo. Al aproximarme a la caja para pagar, una mujer que venía desde otra dirección llegó justó detrás de mí o, por lo menos, eso pensé. Pero cuando puse mi dinero sobre el mostrador para pagar, la mujer dijo en voz muy fuerte: "¡Oiga! ¡Yo llegué primero!" Y entonces me echó una mirada penetrante que decía: "Yo sé quién es usted". Dije que lo lamentaba, aunque claramente había llegado primero. Si eso sucediera hoy, habría tenido una reacción muy diferente. Hubiera dicho: "Señorita lo lamento tanto. Estoy totalmente en falsa escuadra. Por favor, adelante. ¿Puedo comprarle una revista? ¿Le puedo pagar el almuerzo? ¿Puedo lustrarle los zapatos?" ¿Por qué? Porque estaría pensando que existe la posibilidad de que esta mujer tenga un blog o una cámara en su celular y, si quisiera, podría contarle al mundo nuestro encuentro totalmente desde su perspectiva, reflejando mi conducta mal educada, pedante, arrogante, que me creo que puedo adelantarme en la fila. ¡Dioses! Cuando todos tienen un blog, una página en MySpace o una entrada en Facebook, todos son editores. Cuando todos tienen un celular con cámara, todos son paparazzi. Cuando todos pueden subir videos a YouTube, todos son cineastas. Cuando todos son editores, paparazzi o cineastas, todos los demás son figuras públicas. Ahora somos todos figuras públicas. La blogosfera ha vuelto tanto más rico el debate global y nos ha vuelto a cada uno mucho más transparente. Las implicancias de todo esto son el tema de un nuevo libro de Dov Seidman, fundador y CEO de LRN, una compañía dedicada a la ética empresarial. Su libro se llama simplemente How (Cómo). Porque la tesis simple de Seidman es que, en este mundo transparente, "cómo" uno vive su vida y "cómo" conduce sus negocios importa más que nunca, porque cada vez más gente puede ver ahora lo que uno hace y decírselo a tanta más gente a su propia manera, sin ningún editor. Para ganar ahora, sostiene, hay que saber aprovechar estas nuevas condiciones. Seidman escribe que, para la gente joven, esto significa comprender que la reputación de las personas va a quedar establecida a una edad más temprana que antes. Cada vez más lo que uno dice, hace o escribe terminará en la forma de una huella digital que nunca se borra. Nuestra generación podía meter la pata sin que esas metidas de pata aparecieran en nuestros currícula, que nosotros mismos escribíamos. Pero gran parte de lo que esta generación dice, hace o escribe quedará preservado on line para siempre. Mucho antes de que los empleadores lean sus currícula, los buscarán por Google. "La persistencia de la memoria en forma electrónica hace mucho más difícil conseguir segundas oportunidades", escribe Seidman. "En la era informática, la vida no tiene capítulos ni closets; no se puede dejar nada atrás y no hay dónde esconder los esqueletos. Su pasado es su presente". Por lo que la única manera de avanzar en la vida será saber el "cómo" de las cosas. Lo mismo para los negocios. Las compañías que se equivoquen en el "cómo" no podrán simplemente contratar una firma de relaciones públicas para solucionar el problema invitando a almorzar a un par de reporteros: no cuando todos son reporteros y pueden hablar y hacerse escuchar globalmente. Pero esto también crea oportunidades. Hoy "lo que" uno hace es rápidamente copiado y vendido por todos. Pero "cómo" uno trata a sus clientes, "cómo" cumple sus promesas y "cómo" colabora con los socios, eso no es tan fácil de copiar. Y es en eso en lo que las compañías pueden, ahora, realmente diferenciarse. "En lo que se refiere a conducta humana, hay una gran variación, y donde hay un amplio espectro de variación, existe la oportunidad", escribe Seidman. "El tapiz de la conducta humana es tan variado, tan rico, tan global que ofrece una rara oportunidad, la oportunidad de comportarse mejor que la competencia". No vivimos en casas de vidrio (las casas tienen muros); vivimos en portaobjetos de vidrio de microscopio visibles y expuestos a todos", escribe. Por lo cual, si usted vende autos o diarios (o sólo compra diarios al diariero), aprenda el cómo de las cosas: cómo se obtiene confianza, cómo colaborar, cómo dirigir y cómo pedir perdón. Más gente que nunca se enterará cuando lo haga o no lo haga. Por Thomas L. Friedman
Traducción de Gabriel Zadunaisky
LA NACION y The New York Times
domingo, julio 08, 2007
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