domingo, diciembre 21, 2008

Federico Moura


Viernes, 19 de Diciembre de 2008
Página 12
No es sólo rock and roll
Hermoso, elegante, ambiguo, sarcástico, vanguardista; Federico Moura fue todo eso y más: una estrella de rock que se maquillaba para salir a escena; un frontman capaz de poner al público a bailar cuando el resto de las bandas se plegaban al patrioterismo vacuo de la dictadura; un rebelde que se reía cuando pretendían insultarlo llamándolo puto pero que dejó en las letras de sus canciones esos guiños cómplices con la comunidad gay. El hombre que cumplió con la trágica paradoja de haber bautizado a su hija artística –la banda de rock que cambiaría la escena local en los años ’80– como Virus, para años después convertirse en la primera persona pública que murió a causa del virus del sida. A 20 años de su último acto, un recorrido emocionado por aquella superficie de placer que fueron su vida y su obra.
La figura de Federico Moura tendrá por siempre los elementos característicos de una estrella de rock. Hermoso, ambiguo, irónico, influencia innegable del llamado rock nacional, y por supuesto una muerte trágica que también es paradigma de la historia: la primera persona pública que muere de sida en Argentina. Todos elementos que juntos y perfectamente entrelazados hacen pensar más en una película que en algo que ocurrió de verdad. A 20 años de su muerte el legado de Federico no sólo es importante en cuanto a las innovaciones en el plano musical, sino también porque su figura se ha convertido en uno de los primeros iconos gays de importancia fundacional.
Así como la ciudad cuadrada que los vio nacer está atravesada por numerosas diagonales, la historia de Virus atraviesa décadas que marcaron al país y al mundo: dictadura, rock, desaparecidos, pop, la guerra de Malvinas, arte, homofobia, libertad, prejuicios, desprejuicios, discriminación y sida.
La aparición de este grupo dentro de la escena del rock nacional provocó toda una revolución. Nunca antes en la música vernácula se habían escuchado sonidos como los de la banda (con influencias de básicos pop como B52’s o Devo): se trataba de la primera banda moderna que sintonizaba el mismo canal de lo que estaba sucediendo fuera de la Argentina. Eran además los primeros en introducir el humor en el rock: se reían de sí mismos y del discurso del rockero. “Virus introduce la posibilidad de que el rockero no se tome en serio, no en esa situación de ‘rockero que se ríe de sí mismo’, sino que salía naturalmente, porque parecía que tenías que tener una canción pelotuda para reírte de vos mismo. Para mí es fundacional: cambió la manera de hacer rock”, dice Oscar Jalil, periodista e ideólogo de Tomo lo que encuentro. 19 versiones de Virus (2004), un disco donde bandas platenses grabaron versiones propias de canciones del grupo que los marcó. Fueron los primeros en llegar a las discotecas. Virus se podía bailar. Pero por sobre todo ninguna banda presentaba la estética ambigua de un frontman que no dudaba en jugar con la sexualidad desde sus letras, sus movimientos y su aspecto. Virus ponía en evidencia el sexo del rock: el rock era macho... y homofóbico. El ambiente del rock, en algún punto conservador, se vio sacudido de pronto por estos pibes de pelo corto, maquillados y con ropas extrañas. Ante la incomprensión de lo que veían, los rockers atacaron: son todos putos, decían.
El rock no estaba acostumbrado a estas canciones donde había cierta autoflagelación pero que a su vez manejaban la elegancia: eso era algo de Federico, algo que había en su forma de cantar, en su forma de moverse: una forma teatral, nerviosa, y una dicción muy marcada, exagerada. La relación del público con Virus y en particular con Federico, era de amor-odio: la gente los quería o los rechazaba con mucha fuerza. A la clásica dicotomía rockera duros-blandos, frívolos-de verdad se le agregaba esta arista sexual en la cual tácitamente se unía a la debilidad y a la supuesta falta de contenido (el no cantar sobre cosas “serias y comprometidas”) con la cuestión gay.
El aspecto y el despliegue escénico de Federico provocaba prejuicios no solo por parte de la prensa especializada, sino también del público y de algunos músicos. Se los atacaba por ser gays en obvia referencia a la homosexualidad de Federico. El era el líder, el que tenía más exposición, al que le hacían más entrevistas y el que aparecía más en la tele. Su imagen sexualizada pasó a ser la de la banda completa. Ojos delineados, hombreras, pantalones a cuadros, remeras ajustadas cortas, bien a la cintura, de terciopelo de cuadriculado blanco y negro. Muy a lo David Bowie circa Let’s Dance, el Bowie siempre ambiguo y juguetón con su sexualidad que ahora, además, se entregaba de lleno al pop bailable.
Famosa es la anécdota del festival Rock in Bali de 1987: antes de que Virus subiera al escenario Luca Prodan al terminar de tocar gritó: “Ahora viene la banda de los putos”. O el festival Prima Rock en la primavera de 1981 donde les tiraron con piedras y botellas. Los insultos y las escupidas eran frecuentes en los recitales de la banda. “Yo he estado con ellos en shows de la época en los que les han tirado naranjas y entonces Federico las agarraba y hacía jueguitos, se les cagaba de risa. Cuando estaba con ellos decíamos ‘ladran Sancho’, es decir les jodía pero les pasaba algo. Si a vos te jode la envidia del otro, te jode la tuya. Les gritaban putos y nosotros pensábamos y decíamos ¿qué les pasa con el puto que tienen adentro? Háganse cargo”, cuenta Alejandro Jalil, diseñador de la Marca New Order y amigo personal de los Moura. Quizá el rechazo tenía que ver también con eso ¿qué provocaría un hombre elegantemente hermoso y gay como Federico en la masa machistoide del rock local?
Si bien Federico nunca habló de su sexualidad algunos temas generaron una especie de contraseña con el ambiente gay. “Pronta Entrega” (del disco Locura, 1985) embellecía de una manera única el levante callejero: “Recordando tu expresión/ vuelvo a desear/ esas noches de calor/ llenas de ansiedad/ Sofocado por el sueño y la presión/ busco un cuerpo para amar”. Recordemos que en los primeros ‘80 el sexo en lugares públicos (baños, cines x, etc.) formaba parte de la cotidianidad del ser hombre gay y a su vez plasmaba una resistencia subterránea a la opresión brutal que se padecía. “Sin disfraz” (también de Locura) es la oda a la salida del closet a orillas del mar “A veces voy donde reina el mar/ es mi lugar llego sin disfraz/ por un minuto abandono el frac/ y me descubro en lo espiritual para amar.../ en taxi voy hotel Savoy y bailamos”. Estas letras, entre otras, perduran como guiños encantadores que forman parte de la historia. Como la tapa de Superficies de Placer, que con un diseño pop muy al estilo de la época, de colores estridentes, presenta también la imagen (dibujada) de un ambiguo culo azul y por debajo se imprime el sugerente título, toda una provocación. “Virus tenía eso, como una doble vida, y me parece que era muy difícil en los ‘80 reconocerse como gay, más allá de que estaba todo claro, además de introducir en una canción términos como taxi boy: fueron los primeros que hablaron de eso, los primeros en nombrarlo. Virus mostraba algo pero por debajo intentaba decir otro tipo de cosas e ir mucho más allá”, agrega Oscar Jalil.
En una entrevista con Clarín en 1985 Federico se preguntaba: “¿Qué es el gay rock? ¿Bowie? ¿Presley? ¿Jagger? Me parecen muy valiosos los movimientos de lucha con gente que se decide a defender los derechos de sectores aislados por necesidad. Pero Virus no hace una cosa lineal. No hay cotos porque a mí me interesa en la vida la integración. Jamás entraría en los campos del aislamiento, porque pretendo que nadie tenga que decir: ‘este es mi lado bueno, este es mi lado malo’”.
Una familia muy normal
Federico era el cuarto de un grupo de seis hermanos. Hijos de una familia platense de buena posición económica, su padre, Pico Moura, era un reconocido abogado; su madre, Velia Oliva, maestra y pianista aficionada. Todos los hermanos varones, incluido Federico, eran futboleros, hinchas de Estudiantes de La Plata y jugaban al rugby en el tradicional La Plata Rugby Club. Federico Moura formó su primera banda en la adolescencia: se llamó Dulcemenbriyo y arrancó en 1967. La ciudad de La Plata a fines de los ‘60 era un epicentro cultural y artístico, de arte joven, de gente joven. Una ciudad con algo que poco a poco se iba transformando en una tradición y que con el tiempo algunos catalogarían como movimiento. Era y es una ciudad con escuelas de arte, una ciudad universitaria con gente de todas partes del país y el intercambio era increíble. La música era el camino adoptado por cientos de jóvenes. Y cientos de bandas iban a crear un sello característico citadino que iba a hacer explosión con Virus. Se empezaban a formar grupos artísticos cada vez más complejos en los que no solo se trataba de hacer música.
Fiel a esta tradición Federico iba a construir su imagen y la de la banda atendiendo a todos los detalles, como una especie de visión “del todo” a lo Bowie, que armaba un concepto visual estético e ideológico que iba más allá de la música. Pero antes, y una vez disuelto ese primer grupo de juventud, viajó por Europa, Nueva York y Brasil (país que le encantaba y al cual siempre volvería) allí empezó a absorber nuevas ideas, nuevos sonidos, todo un bombardeo que lo marcaría en su camino artístico. Se instaló en Buenos Aires y abrió su primer local de ropa, llamado Limbo, donde diseñaba indumentaria. En 1977 volvió a viajar por el mundo y se instaló otra vez en Río de Janeiro. De regreso fundó su segundo local, Mambo. Al mismo tiempo, formó otro grupo, Las Violetas. Estaba instalado en Capital, y solamente volvía a La Plata por el grupo. Al vivir en Capital ese chico fino y elegante conquistó en seguida a ese mundo de “locos del tomate” que era el under porteño: Renata Schussheim, quien lo haría participar de sus performances, Jean François Casanova, quien actuaría en sus primeros shows, y Lorenzo Quinteros, que dirigió los videos Loco Coco y Soy moderno, no fumo.
En esa misma época, pleno 1977, su hermano Jorge, militante político, fue secuestrado y se encuentra desaparecido. Los Moura nunca hablaron públicamente sobre su hermano mayor y la noticia se dio a conocer poco tiempo después de la muerte de Federico.
La ciudad cuadrada
Todo ese movimiento cultural que había florecido en la ciudad de las diagonales fue serruchado por la dictadura. De la noche a la mañana todo quedó en la nada. “Eran tiempos nefastos de razzias en bares y boliches, tiroteos en las calles, muerte, paranoia. Vivíamos todo el tiempo en cana. Cada dos por tres te encontrabas con una situación de corte de pelo en la calle o más violentas. Te pegaban, te metían constantemente preso, habremos lavado muchas comisarías”, cuenta Pablo Tapia, actual cantante de 1000 Watts y voz líder de Marabunta, banda que se fusionaría con Las Violetas y daría como resultado a Virus. Continúa: “Entre razzia y razzia te fumabas unos porros y todos vivimos la persecución en Falcon y cuando se metían en tu casa diez monos todos encapuchados y cabeza contra el piso buscando hermanos, amigos, parientes. Fue una época muy densa con mucha muerte. Y de pendejos, muchos pendejos de entre 17 y 25, 30 años”. Los homosexuales de entonces veían cercenado cualquier intento de reivindicación o visibilidad. La solución era el exilio o en el caso de los más arriesgados los encuentros sexuales en lugares públicos. Quizás éste sea el macabro marco desde donde poder decir que más allá de la diversión y el baile Federico Moura representa, con el tiempo, una imagen de valentía al ponerse frente a un micrófono, vistiéndose como se vestía y cantando lo que cantaba. Dentro de la mal juzgada simpleza de sus letras era evidente una manera de ser que estaba ahí para el que la quisiera ver. Todo esto en un contexto que casi obligaba a la exclusión.
“De todo nos salvará este amor hasta del mal que haya en el placer.”
Wadu wadu fue el primer LP de la banda en 1981. Y la historia cambió. Aparecieron estos pibes con el pelo corto, pantalones ajustados y camisas de leopardo (toda una imagen revolucionaria) haciendo temas de dos minutos promedio. Lo seguirían Recrudece de 1982, en medio de ese “empujoncito” que la prohibición de la música en inglés durante la guerra de Malvinas le dio al rock. El tema emblemático era “El banquete” “Nos han invitado/ a un gran banquete.../ ...Han sacrificado jóvenes terneros/ para preparar una cena oficial,/ se ha autorizado un montón de dinero/ pero prometen un menú magistral”. Agujero interior (1983) fue el primer disco masivo de la banda y llegó con el fin de la dictadura. Después siguió el éxito con Relax (1984) con sonidos más tecno. Y la consagración fue Locura, de 1985.
No sólo en el rock and roll la historia empezaba a cambiar. Comenzaron los primeros pasos en el camino de la visibilidad; apareció la coordinadora de grupos gay en 1983 y los primeros boliches. Pero la policía seguía con las razzias llevándose a todo el mundo preso. La mentalidad opresiva no había cambiado.
Para grabar Superficies de Placer en 1987 Virus viajó a Río de Janeiro con familiares y amigos. Allí Federico sufrió una extraña neumonía que lo debilitó al extremo de dejarlo en cama durante dos semanas. Ante la insistencia de Marcelo, su hermano, y de su madre que había viajado hasta allí para pasar unas vacaciones con sus hijos, Federico fue al médico. Le aconsejaron hacerse un análisis de sida, una enfermedad descubierta hacía poco.
El resultado de aquel VIH dio positivo. Eran tiempos de discriminación violenta, tiempos de “plaga divina”, de “peste rosa”. La información que se manejaba en Argentina sobre la enfermedad era prácticamente nula. Los homosexuales eran señalados como los principales propagadores del virus. Era la chatura mental producto del desconocimiento y de años de una formación basada en la represión, la Iglesia, la incomunicación y el temor al otro. Y la homofobia que seguía estable sin importar cuál fuera el gobierno. Quizá por esto (quizá no) muchos periodistas que sabían que Federico tenía sida firmaron una especie de pacto de silencio, debido al escándalo que eso generaría en los medios. Pero alguien no cumplió, alguien quebró una promesa y la noticia corrió por todas las agencias del país.
Federico Moura murió de un paro cardiorrespiratorio el 21 de diciembre de 1988 en su casa de San Telmo. Su madre lo acompañó en su agonía.
Pese a lo que podemos imaginar, Federico quiso terminar su último disco con Virus en medio de un clima de desolación y de histeria reprimida por parte de sus familiares y amigos. Pablo Tapia recuerda esos momentos: “El se fue, se fueron a grabar Superficies de Placer si mal no recuerdo a Río. Yo soy arquitecto y me dijo: ‘Me voy por tres meses’. La idea era que le arreglara un departamento que se había comprado. Pero para mí él algo sabía. A mí me tiró un centro al despedirse, viste esas cosas como que ‘por última vez’ o una cosa así. Pero igual quería arreglar el departamento y se lo arreglé y mientras tanto hablábamos por teléfono. A los tres meses volvieron con el disco bajo el brazo a punto de editarse, y un día caminando por la calle eligiendo alfombras me lo dijo. Me lo dijo como quien dice ‘me compré una bicicleta’.
“–Tengo sida.
“–¿Cómo? –dije yo.
“A su vez el tema del sida era nuevo”, continúa. “Cada cosa en Virus es un cacho de historia. Y recién entonces se empezó a hablar del tema del AZT y otras cosas. Después vivió un año en ese departamento que yo le arreglé, y luego falleció. Fue una cosa muy fuerte y triste para todos.”
Pero lejos de ser sepultada con Federico la historia de Virus continúa fuerte hasta nuestros días. Con Marcelo como cantante (fue una insistencia de Federico) han grabado muchos discos más. No, este no es el final de la película; no, la historia no termina aquí. Muchos homenajes, tributos y reivindicaciones por parte de bandas actuales hablan de la importancia que tiene para la música actual el rock de Virus. Pero todavía hay muchas cosas de la banda y de sus inicios que hay que entender, rescatar y valorar. Todavía cuesta que se hable, no sólo de la homosexualidad de Federico, sino del valor simbólico e histórico que tiene un gay como líder de una banda en los primeros ‘80. Muchos fans de Virus. Muchos de los que reivindican la banda ahora –tanto público como bandas– y muchos historiadores del rock nacional insisten en que lo que importa es la música y el legado artístico, que Federico podía hacer lo que quisiera con su sexualidad ya que lo que trasciende es el arte. De eso no cabe duda. Pero es una mirada parcial, y que delata cierto prejuicio. Como si todavía hubiera un poco de miedo a reconocerse seguidor de “una banda gay”. Pero sucede que esta historia no es sólo rock and roll. Es mucho, mucho más.
Un espíritu vanguardistaPor Roberto Jacoby

lunes, diciembre 15, 2008

Pantera negra

Nació en Alabama en plena Gran Depresión, y cuando se mudó a Los Angeles, estudió música clásica impulsada por profesores que se asombraron de su talento. Pero en los ‘40 decidió dedicarse de lleno a la música folk, y en esos años era una de las pocas mujeres que rescataban la tradición: antes de ella, ninguna mujer solista (menos aún negra) que cantara blues o folk o canciones de protesta había grabado o salido de gira. Influencia central para artistas como Bob Dylan, Pete Seeger, Joan Baez, Janis Joplin, Bruce Springsteen, Cassandra Wilson, Tracy Chapman, Nick Cave y tantos más, Martin Luther King la llamó “La reina de la música folk”, Rosa Parks dijo que sus canciones eran lo que más la inspiraban y emocionaban, y fue una voz central en la lucha por los derechos civiles que culminó con su participación en la Marcha sobre Washington donde cantó “O’ Freedom”. Murió la semana pasada a los 77 años y no pudo ver cumplido su sueño de cantar en la asunción de Barack Obama. Las palabras que siguen fueron tomadas de diversas entrevistas que dio a lo largo de su vida.

No me acuerdo cuál fue la primera canción que canté, pero me contaron que poco antes de que nos fuéramos de Alabama para Los Angeles, cuando yo tenía seis años, mi abuela me llevó a un evento del que participaba con sus amigos. Cuando volví, me senté sobre un troncó y canté un blues, no sé cuál. Creo que me dieron un trago de algo, durante la noche. Fue mi primera actuación borracha.
Nací al principio de la Depresión, y todavía se la pasaba muy mal cuando nos mudamos a Los Angeles. Me acuerdo que viajamos en tren con cajas de comida. En un punto, un inspector vino y dijo que todas las personas de color debían bajar de ese vagón e ir a otro. Esa fue mi primera herida, que traté de curar con esta música. Por supuesto llevábamos bolsas de comida, porque de lo contrario nos íbamos a morir de hambre en el camino: a la gente de color no le iban a servir almuerzo y cena en el tren, y nosotros lo sabíamos. Incluso si hubiera habido un restaurant por el camino, en una parada, no habríamos podido entrar para comer.
La música folk es la historia de Estados Unidos. Y al estar en ella, encontré que viene de gente poderosa y determinada, algunos secuestrados y traídos aquí, otros que eligieron esta tierra. Algo que tiene mucho trabajo y esperanza y dolor. Esto está marcado por algo más que la música o las letras. Muchas veces me pregunto qué tiene “Amazing Grace”. La letra, claro, pero hay algo más allá, algo que desconozco. Quizá sea mejor que lo ignore, de lo contrario empezaría a hablar de ello y lo arruinaría. Cuando me hablan de la Marcha sobre Washington y del discurso de Martin Luther King y mi show allí, me gusta recordar lo que pasó antes. Hubo una mujer que se negó a ceder su asiento en un ómnibus a un blanco. Había una comunidad en todo el país que trabajaba en los problemas de sus propios barrios. El músculo estaba desarrollándose en ese momento. La gente estaba preparada para apoyar al reverendo Martin Luther King, y lista para probar el tema de poner la otra mejilla. Creo que nosotros no creíamos en poner la otra mejilla. Pero pensábamos que esa táctica podía llegar lejos, o en todo caso más lejos que enfrentarnos con sangre y balas. Había una comunidad preparada para Martin Luther King. Cuando él apareció, nuestra conciencia estaba lista y lo seguimos. Fue la época más excitante que yo haya vivido. La gente trabajando junta, los extraños se saludaban, fue fantástico.

Cuando me llamaron, yo me sentía muy tímida. Estaba ahí al costado, esperando que me pidieran hacer la canción. Muchos me preguntan cómo elegí la canción para ese momento histórico. Si buscaba en mi historia, todas las canciones eran sobre la libertad. Es algo dado. Por eso canté un spiritual, “O’ Freedom”: no es que elegí una canción para esa noche, lo que iba a elegir estaba en mi historia. No recuerdo siquiera quién más tocó: me acuerdo nada más de la cantidad de gente, y de pensar en lo que debían haber pasado, el gasto en que se habían puesto para llegar a Washington DC. Me acuerdo que las cámaras de los documentales y la TV se apagaron cuando yo toqué. Eso me dolió. Se la prendían a los que tenían seguidores, a los famosos, a los que podían hacerles ganar dinero. No filmaron todo el evento. Hace poco pasó con un maratón aquí. Un chico africano lo ganó, incluso cuando durante la carrera sufrió un pequeño detour. ¡Ganó a pesar del desvío! Y las cámaras de TV no tomaron su llegada a la meta: tomaron la del blanco que salió segundo. Las cuestiones continúan, las heridas siguen abiertas, a pesar de que mejoraron. Lo que agradezco, irónicamente, es que el día de cumpleaños de Martin Luther King no se haya convertido en un día de rebajas.

Siempre quise cantar, la música siempre fue el foco. Estudié música clásica, pero no me sentía plena allí. Era un lindo ejercicio, pero no tenía nada que ver con mi vida. La música folk habla de mi vida y mi historia, de la bronca, del odio incluso, del veneno, del camino de la existencia. Eran canciones de liberación. Eran canciones de la historia negra, y era una de las pocas que lo hacía en ese momento: lo digo con humildad, no tenía la bola de cristal ni me miraba con objetividad. Sólo estuve en el momento adecuado. Yo quería hacer un servicio, ser útil a la humanidad, y la música folk era lo que necesitaba. Además, era mi educación: en la escuela, cuando leíamos sobre los esclavos, nos enseñaban que los esclavos estaban felices y cantando todo el tiempo.
Eso me lo tragué y me dañó. Me insultó. Pero también me di cuenta de que la música era un lugar donde trabajar. En las películas éramos siempre payasos y sirvientes. En Los Angeles no había carteles indicadores como en el sur, pero igual sabíamos dónde no ir. Y por supuesto que estábamos dolidos y heridos. Ningún ser humano saludable puede crecer en un ambiente así. La música me enderezó la espalda y me enruló el pelo. En los años ‘40, cuando encontré la música folk y nuestra lucha, dejé de plancharme el pelo, me lo corté y me lo dejé corto. Lo que ahora se llama un afro o un natural, entonces se llamaba “un Odetta”.

“Lo que me llevó a cantar folk fue Odetta. Escuché un disco suyo en una disquería, en la época en que se podían escuchar ahí mismo en el negocio. Era 1958 o algo por el estilo. Allí mismo salí y cambié mi guitarra eléctrica y mi amplificador por una acústica, una Gibson chata. Había algo especial en ella, algo vital y personal. Me aprendí todas las canciones de ese disco. Era el primero que ella había editado, y las canciones eran ‘Mule Skinner’, ‘Jack of Diamonds’, ‘Water Boy’, ‘Buked and Scorned’. De Odetta pasé a Harry Belafonte, The Kingston Trio, de a poco fui descubriendo más hasta llegar a Woody Guthrie, que me abrió otro mundo.”
Bob Dylan (1978)
“Ella era superpoderosa. Fue una gran influencia en mi formación, y me cuidó. Ella y su marido me pasaron a buscar por mi casa de Belmont y fuimos en el auto todos juntos hasta el festival de Newport. Nunca me lo voy a olvidar. Cuando la conocí en la Gate of Horn de Chicago se me aflojaron las rodillas, y eso rara vez me pasa, y menos me pasaba en aquellos años. Fue una de las personas que realmente me hizo entender la música folk. Era mi heroína y fue mi amiga.”
Joan Baez

“Ella tocaba con ese rasgueo hacia arriba y hacia abajo, donde no se necesita la batería. Es como un tex mex. Recuerdo haber pensado: Yo podría usar ese ritmo. Me aprendí las canciones: era un momento en que podía aprenderlas después de haberlas escuchado una o dos veces. No recuerdo haber comprado el disco.
”Bob Dylan (2006)

“Si sólo pudiéramos estar seguros que cada cincuenta años aparecerían una voz y un alma como los de Odetta, los siglos pasarían tan rápido y sin dolor que apenas reconoceríamos el tiempo.”
Maya Angelou

martes, noviembre 04, 2008

FREDDIE MERCURY

La música de Queen nunca morirá La banda inglesa liderada por Freddie Mercury marcó un antes y un después en la másica rock. Famosos admiradores confiesan su adicción ante el lanzamiento de la colección completa de su discografía

Auténtico. Mercury en una de sus conocidas poses, en un concierto benéfico celebrado en Londres en 1985.

En plena actuación

"Así debía cantar Zaratustra", escribía Rohinton Mistry –el mejor escritor parsi– sobre Faroukh Bulsara, alias Freddie Mercury. Para los zoroastras el ánico sentido de la vida es su celebración en un sentido hedonista. Freddie así lo entendió. Hasta llegar al paroxismo. Como si hubiera sido una revelación del dios Mazda.
Hasta su madre Jer aseguró que su hijo nació el primer día del calendario parsi, un 5 de septiembre de 1946. Además fue investido parsi en el Templo del Fuego de su ciudad natal Stone Town (Zanzíbar, Tanzania) a los siete años.
Cuando murió el 24 de noviembre de 1991, en su funeral un sacerdote zoroastra ofició la ceremonia ante sus grandes amigos Elton John y David Bowie. No era precisamente una tumba, porque sigue sin saberse el sitio exacto donde se encuentran sus restos. Mary Austin, su heredera, amante y gran amiga, que todavía vive en Garden Lodge, (Kensington, Londres) asegura que Freddie no quería que nadie lo supiera. La versión oficial es que sus cenizas se esparcieron en el lago suizo de Montreaux. Pero, ¿quién quiere vivir para siempre? como decía una de sus canciones.
Está demostrado, incluso a través del ADN, que los parsis proceden del norte de Irán, son viejos descendientes de los persas. Una de las ciudades santas de los parsis es Bulsara, el apellido original de Freddie. Quizá por eso, hace sólo tres años, el régimen iraní de Ahmadinejad toleraba oficialmente la másica de Queen. Son los ánicos artistas occidentales que no están prohibidos. Y Bohemian Rhapsody es una especie de himno para los iraníes.
Metamorfosis. ¿Cómo era Freddie? No había ningán parecido entre el que conocí en los años 70 y el que me encontré la áltima vez que lo vi, en Ibiza, a finales de mayo del año 87 ,cuando cantó en la discoteca KU su famosa Barcelona con Montserrat Caballé.
Freddie había decidido pasar unas vacaciones en Ibiza. El batería de Queen, Roger Taylor, tenía una casa en San Antonio, y Pino Sagliocco, el gestor del festival anual Ibiza'92, mantenía unas relaciones fantásticas con John Reid, mánager de Queen. Entre todos convencieron a Samaranch para que Barcelona se convirtiera en el himno oficial de los Juegos Olímpicos del 92.
En aquella noche ibicenca, a pesar de la excitación por cantar con la Caballé, Freddie ya no era el agotador y agitador cantante epicáreo y promiscuo. Muy lejos quedaba la famosa bacanal que organizó una vez en Mánich –y que duró un par de días– cuando cumplió 39 años. Era como si en esos momentos quisiera sentar la cabeza.
Ahora sé la razón por la cual Freddie había perdido esa energía delirante, esa magia de devorador de la vida con la que me había encontrado, por ejemplo, en Nueva Orleans, cuando se le ocurrió presentar el álbum Jazz con más de 200 chicas desnudas en el hotel Fairmont, en aquella noche de Halloween del 78.
Segán el libro Mercury and me, de Jim Hutton, su amante en sus áltimos seis años de vida, fue en la primavera de aquel fatídico año 87 cuando le diagnosticaron el sida. Freddie y Jim, tras grabar Barcelona, pensaron que lo mejor era viajar a Ibiza y pasar unas vacaciones.
Freddie ocultó el diagnóstico a todo el mundo por miedo a lo que pensarían sus padres, su hermano, el resto del grupoÉ Sólo un día antes de su muerte publicó un comunicado oficial en el que reconocía su enfermedad. Todas las asociaciones del sida le criticaron por ello, porque si lo hubiera anunciado en el momento que conoció la noticia se habría prevenido bastante más la enfermedad y se hubiera dedicado más dinero a la investigación. Pero† la primera gran estrella del rock víctima de esta dolencia tardó más de cuatro años en reconocerlo.
¿Por qué? Quizá por ser zoroastra, por su religión o, simplemente, para desviar la atención en su sentido hedonista de la vida. Tenía razones para ocultar el drama. Debido a su homosexualidad, su ciudad natal en la isla de Zanzíbar, dominada por el islam, prohíbe cualquier identificación con Freddie. Pude comprobarlo por mí mismo hace unos pocos años, cuando viajé a Stone Town. Tras muchas vueltas, encontré la calle y el edificio donde nació, más bien guiado por una biografía en la que se decía que su padre trabajaba en el edificio colonial del puerto de la ciudad, a sólo dos calles.†En la actualidad, la casa está repleta de vecinos. Todo está degradado por la humedad y cuesta muchas preguntas confirmar que nació en el segundo piso del inmueble.
Preguntas a ††los vecinos y nadie quiere darte ni razones ni explicaciones. Sólo que allí vivió hace muchos años una familia parsi de apellido Bulsara. Sí, alguna vez vivió allí el famoso cantante de Queen. De hecho, la ciudad todavía no tiene un sola señal de que Freddie hubiera nacido allí. El dueño del actual bar Zanzíbar en Stone Town quiso hacer un festival en el 60 aniversario del nacimiento del cantanteÉ pero las autoridades se lo prohibieron.
El propio Freddie siempre trató de esconder su origen parsi, su educación en Panchgani, no muy lejos de Bombay, La India, su religión zoroastra y hasta su homosexualidad. Mary Austin vivió seis años con él y no supo hasta el cuarto año de matrimonio que él tenía un amante estadounidense que era ejecutivo del sello Elektra.
Musicalmente, era un superdotado. Puede que sea el mejor cantante de la historia del rock. Su voz llegaba casi a un registro de cuatro octavas. Cuando hablaba tenía voz de barítono, pero cuando cantaba llegaba a ser un tenor puro, cristalino, y llegaba a la nota más inverosímil.
Era pianista desde los 8 años. Con 5, su tía le dio las primeras lecciones de piano en Zanzíbar. Tuvo su primer grupo, los Hectics, en La India, con sólo 10 años. Ya en Londres, en la Escuela de Arte de Ealing –donde tuvo como compañeros a Pete Townshend de los Who y al actual Rolling Stone, Ronnie Wood– sorprendía a todos con maravillosos dibujos al carbón. Estaba obsesionado con Jimi Hendrix y algunos de los dibujos del guitarrista son extraordinarios. Muchos de ellos, incluido uno dedicado a Paul McCartney, sólo se han conocido después de su muerte.
Vocación rock. En sus inicios pintaba y se ganaba la vida como vendedor de ropa de segunda mano en el ahora tristemente desaparecido Kensington Market, en Londres. Pero segán me contó un día el guitarrista Brian May, Freddie estaba obsesionado con ser una gran estrella de rock. Llegó a grabar una maqueta con un grupo llamado Wreckage, que todavía no se ha perdido. Era una especie de desarrollo del pop de los años 60, pero bastante más sofisticado. Como nadie quiso publicarla, formó un nuevo grupo que llamó Sour Milk Sea, pero tampoco funcionó. Ya estábamos en los comienzos de los 70.
En aquella época, los más atrevidos trataban de galvanizar una especie de rock más sofisticado que algunos empezaron a llamar rock sinfónico. Y Freddie conoció a los que iban a ser sus compañeros en Queen. Es decir, a Roger Taylor y Brian May, a través de un amigo comán, y que formaban un grupo llamado Smile.
A él aquella másica le parecía poco convincente y empezó a llevarlos hacia terrenos de rock más duro. Estaba claro que quería ser el cantante del grupo. En el entorno de la Escuela de Arte de Ealing le llamaban "La Reina". Y de ahí nació el nombre del grupo Queen cuando Roger y Brian decidieron que era el momento de tener un cantante como él. No mucho después se dejó su famoso moustache. Dijo que le encantaban Village People y que el bigote se lo había copiado a su cantante, Glenn Hughes.
Freddie escribió 10 de las 17 canciones de éxito de Queen. Entre ellas, obras maestras como Killer Queen, Bohemian Rhapsody, Somebody to love, We are the champions y Crazy little thing called love. Gran virtuoso, escribía canciones al piano en diferentes tonos y estilos. Pero también a la guitarra, con pocos acordes. Siempre decía que podía leer másica en el pentagrama.
Pero jamás pensó que sólo la másica cautivaría al gran páblico. Estaba convencido de que tendría que haber un toque teatral en todo lo que concernía a Queen. No paraba de ir al cine a buscar ideas...
Estaba obsesionado también con la ópera, como una pesadilla. Así, creó una insólita obra maestra del pop como Bohemian Rhapsody. Precisamente, acababa de ver una película de los hermanos Marx, Una noche en la ópera, y tenía una melodía extraña que cambiaba constantemente de acordes.
La grabación comenzó el 24 de agosto de 1975. En tres semanas estaba acabada, tras haber utilizado cuatro estudios diferentes. El tema enloqueció a todos. Brian me contó que todos los días se pasaban de 10 a 12 horas cantando. El productor Roy Thomas Baker usó hasta 48 pistas de voces, de 200 tomas diferentes, en un magnetófono analógico de sólo 24 pistas.
Pero el problema es que cuando terminaron la epopeya, el tema duraba casi seis minutos. ¿Quién iba a poner en la radio un tema que duraba tanto? Pero Freddie tuvo una idea. Le mandó una copia a su amigo el discjockey Kenny Everett advirtiéndole que no la pusiera en la radio, que sólo se la enviaba como regalo personal. Sabía que Everett no iba a resistir la tentación. No paró de ponerla y llegó al número uno.
Conjeturas. Se ha especulado mucho sobre la letra del tema. Muchos dicen que es la historia de un suicidio y que contenía referencias a El Extranjero, de Albert Camus. Otros aseguran que es una variación de un poema de Housman, pero Freddie siempre dijo que era el relato de un joven que había asesinado accidentalmente a otra persona y que, por tanto, vendía su alma al diablo.
Con Bohemian Rhapsody rompió todos los esquemas del pop. Contenía nada menos que seis partes diferentes: introducción, melodía, sólo de guitarra, ópera, rock y salida. Todo ello repleto de cambios en estilo, tono y tiempo. Suponía la obra de un genio o de un revolucionario.
Admirador de la Liza Minelli de Cabaret y de Aretha Franklin, una vez le dijo a la Caballé: "Olvídate de Puccini y todos los demás compositores de ópera. Todos ellos están muertos, pero yo estoy vivo, darling".
Bebió champán hasta el final aunque también le gustaba el vodka frío y la comida hindá. Y sus gatos persas no le dejaron nunca. Le daba tanta importancia a la ropa sólo cuando subía a un escenario. Allí era feliz, a pesar de su timidez. Como decía Nietzche en Así hablaba Zaratustra: "Muertos están todos los dioses, ahora queremos que viva el superhombre". Julián Ruiz, productor musical y periodista, conoció personalmente a Freddie Mercury.

Los últimos guerreros nómadas

RESERVA MASAI MARA (KENIA)Ajenos todavía al devenir del tiempo, los masai siguen custodiando sus reses en las llanuras de la sabana como hicieran hace siglos sus antepasados, descendientes del dios Lengai.
ÁFRICA TRIBAL
Los últimos guerreros nómadas
Kenia es una impresionante ristra de colmillos y cuernos arrastrándose a paso cadencioso por la sabana. Y el típico 4x4 enmarcado en una postal de safari. También un charlatán venido del campo a la capital para recitar (entre aspavientos, melodramáticas entradas en trance y una veintenta de clientes enfervorizados) las bondades de un...
por ISABEL GARCÍA fotografías de JOAQUÍN RUIZ

Los guerreros masai o 'moranis' dan la bienvenida a los visitantes con una danza típica en la que muestran su agradecimiento por la vida al dios Lengai que, según ellos, habita en una montaña sagrada.
...mejunje de aspecto infumable y dudosos efectos milagrosos. O un cartel publicitario, en medio de una más que frondosa rotonda, del culebrón latino de turno. Hace unos meses triunfaba Rubí. Ahora Nunca te diré adiós. A las 8:05 p.m. From Monday to Friday. Incluso hay hueco en este país del África oriental y 30 millones de habitantes para finos hoteles de reminiscencias coloniales. No en vano, se independizó de Reino Unido hace no tanto, en 1963. E insaciables vendedores ambulantes, trattorie, máscaras de guerreros, elefantes de ébano, una de las mayores fallas del mundo, la del Valle del Rift...
Pero si hablamos de sus gentes, hay una tribu que Occidente identifica rápido con Kenia, pese a no representar más del 2% de la población: los llamativos masai. Espigados, de aspecto atlético y bello porte, se trata de uno de los escasos pueblos en el mundo que continúa siendo nómada, aunque su hábitat se reduce ya a las llanuras abiertas del suroeste del país, cerca de la frontera con Tanzania, allá donde emerge auténtica la imagen típica de la sabana africana. Campos color oro, elegantes acacias, polvo, camino, esplendor...
Los guerreros masai (o moranis, como se denomina a los jóvenes antes de llegar a adultos) viven del pastoreo, se rigen por la salida y puesta del sol y raras veces matan a los animales para comerlos. Más bien al contrario: disponer de un nutrido ganado lo identifican como un símbolo de riqueza, por lo que no rehúsan recurrir a la caza. A más vacas, cabras y ovejas, más respeto en el clan. Así de simple.
Los masai también se caracterizan por ser orgullosos y aguerridos. Y es que ellos son los elegidos del dios Lengai, que reside en lo alto del volcán Ol'Donyo'. Ya lo dice la leyenda: Lengai tenía tres hijos, y a cada uno le regaló un utensilio. Al primero, una flecha para cazar; al segundo, una azada para arar y al tercero, un bastón para conducir al rebaño. Este último es el padre de los masai y, según ellos, tal reparto les da derecho a apropiarse de todo el ganado existente sobre la faz de la Tierra. Y lo cumplen...
EXPULSADOS DE SU TIERRA. Por eso, es fácil verles deambular entre animales por las áridas tierras que lindan con la Reserva Nacional de Masai Mara, la más popular de África oriental, ubicada a 250 kilómetros de Nairobi. Allí habitan desde tiempo inmemorial, cuando llegaron procedentes del sur de Sudán. Sin embargo, tuvieron que abandonar sus tierras a comienzos del siglo pasado invitados por las autoridades británicas. Pudieron regresar cuando la zona fue declarada Reserva Nacional en 1961 para evitar la caza desaforada.
En realidad, el territorio no deja de ser la prolongación del Parque Serengeti de Tanzania (juntos ocupan 24.860 km2) y, de hecho, ninguna valla señala la división. La fauna que campa por estos pastos es la misma en ambos lados (rinocerontes, hipopótamos, elefantes, gacelas de Thomson y de Grant, hienas, chacales...).
Pero el verdadero espectáculo tiene como protagonistas a los ñus, que de julio a octubre migran en riadas desde Serengeti al Masai Mara escapando de la sequía. Se han llegado a contar millón y medio de ñus azules de barbas blancas, seguidos de miles de cebras y gacelas. Es posible contemplar la ceremonia hospedado en la treintena de lujosos lodges de la reserva. O si no, en los campamentos de tiendas de campaña permanentes u ocasionales.
El camino desde la capital keniata hasta el terreno masai es tortuoso e imposible si no es a lomos de un potente todoterreno (advertencia: obligatorio llevar varias ruedas de repuesto). Al poco tiempo de abandonar la capital y, tras dejar atrás los bosques tropicales que la rodean, la carretera literalmente desaparece para dar paso a una ruta empedredada y polvorienta que dura cinco horas. Merece la pena.
El paisaje de la sabana africana no deja de sorprender al turista, que se divierte observando, desde el coche, las peleas de ñus allá a lo lejos. O los chorros de vapor que desprende el volcán Suswa. O las plantaciones de té y caña de azúcar que cubren de un tono esmeralda centenares de hectáreas. Las de café también salpican el paisaje, pero la competencia del mercado latino y el hecho de que su recolección se dé a los seis meses (y el del té tras uno) está haciendo mella en su cultivo. Simplemente, se decantan por lo más rentable a corto plazo.
Cuando el jeep se acerca a Narok, la capital comercial de los masai, el panorama cambia. Las grandes extensiones de tierra dejan paso a incesantes puestos callejeros en los que se vende de todo: desde repuestos para ajadas bicicletas a conejos y utensilios de latón, pasando por fruta fresca, especias diversas y zapatos marchitos. La foto se completa con reiteradas estaciones de servicio (es el camino obligado hasta la Reserva Masai), anuncios de Safaricom (la mayor compañía de telefonía del país) y colegiales de uniforme verde y pantalón corto que saludan con una tímida sonrisa.
Es a las afueras de Narok, entre las aldeas desperdigadas de Sekenati, donde los guerreros masai reaparecen rodeados de sus reses. Hasta 100 kilómetros pueden recorrer en un día (sin comer y sin beber) con tal de alimentar a sus animales. Eso sí, siempre acompañados de un rudimentario bastón de madera (rungu u o'ringa en su lengua natal, el maa, originario del curso alto del Nilo) y un puñal.
El rojo vivo de su vestimenta permite distinguirles a lo lejos. No es más que una manta (swuka) que se anuda al cuello cubriendo todo el cuerpo. A un elefante le basta oler esta prenda para detectar el peligro, ya que los masai demuestran su virilidad atacando a estos animales. Aunque su valor depende del león, contra el que deben enfrenterse, al menos, una vez en la vida para convertirse en un adulto. Es el rito de iniciación obligado. Ese periodo de prueba dura cuatro años, durante los cuales no deben pisar su poblado.
LEONES COMO TROFEO. Samson, de apenas 20 años, ya ha pasado por esa etapa y muestra orgulloso la melena del león que derrotó, mientras chapurrea algunas palabras en inglés aprendidas por necesidad para relacionarse con los turistas (a cambio de unos chelines keniatas o dólares) o con sus compatriotas en los pueblos más grandes. El contacto con las instituciones públicas es, en cambio, inexistente. Alto, sonriente, erguido, le rodea el resto de moranis de la tribu (siete) dispuestos a iniciar la danza de bienvenida al extranjero, que se impresiona con el festival de colores que, de improviso, surge en medio de la nada.
Al fondo, se divisan las chozas del pequeño poblado (manyatta en maa), dispuestas siempre en forma circular. En el medio, fango y más fango se confunde con las boñigas secas de las vacas, el mismo material, mezclado con paja, con el que fabrican las chabolas.
En fila, todos los guerreros (muchos son hermanos, ya que el padre de Samson tiene ocho mujeres) empuñan su puñal y comienzan a saltar de forma obstinada. Sus movimientos hacen menear tanto los collares multicolores de mil vueltas como los brazaletes y los aretes que penden de sus orejas perforadas hasta un palmo. Para caminar se las enrollan a modo de ovillo. No es un símbolo de valentía o excentricidad, sino de coquetería, otra seña de identidad de esta raza. También lo son las quemaduras hechas en carne viva que decoran sus brazos de principio a fin. «Les gusta cómo queda, les parece muy bonito», explica el guía.
Su carácter presumido también permite a los hombres llevar el pelo largo, recogido en una especie de moño ungido en fango y grasa. Las mujeres, en cambio, deben raparse la cabeza. Algunos dicen que para restarles atractivo. Otros, por comodidad. Tras el ritual masculino, se inicia el de ellas. Son siete y todas llevan cinturón, símbolo de que están casadas, igual que la alianza en Occidente. Llama la atención que, tras la explicación anterior, la tercera de la fila lleve el pelo largo. "Acaba de ser madre y debe esperar tres meses para cortar el pelo a su hijo por primera vez; luego se lo cortará ella para siempre", traduce el guía.
Las mujeres son las encargadas de buscar leña, cocinar y cuidar de los niños que, desde lejos, miran divertidos a los visitantes mientras algunos, descalzos y curiosos, mordisquean un mendrugo impasibles al ejército de moscas que les acechan. Los mayores se preocupan de los pequeños. La precaria escuela se divisa remotamente.
Las féminas también construyen sus diminutas casas (tardan tres meses) porque, en el fondo, saben que serán las dueñas. Hasta que se caigan, no mucho después de tres años. El marido podrá utilizar tantas viviendas como esposas tenga, pero ninguna será suya. Es decir, podrá casarse tantas veces quiera (nunca con alguien de su misma sangre) siempre que tenga suficientes animales para alimentar a sus mujeres. Y pagar la dote de reses obligatoria en todo matrimonio. En esto de la poligamia (masculina, claro) los masai no son una excepción en Kenia. Al revés: es una práctica permitida por el Gobierno y extendida entre la población. ¿Excusa repetida? Cuanto más grande sea la familia, más fácil será que algún pariente te ayude si tienes un problema...
POLIGAMIA Y ABLACIÓN. La ablación es caso aparte. Ilegal es, pero grupos como éste la siguen practicando justo después de la primera regla. Es más, es una condición sine qua non para pasar de niña a mujer, ya que la figura de muchacha no existe. De pertenecer a su padre lo hacen a su marido.
Dada su condición de nómadas, los masai no tienen reparos en quemar el poblado si creen que están siendo víctimas de la mala suerte. Así lo piensan si, por ejemplo, mueren dos jóvenes del clan en un periodo de tiempo corto y sin motivo aparente. Entonces, destruyen todo en señal de purificación y se van. Tampoco entierran a nadie porque deberían honrar su memoria en un lugar fijo. Y no es ésa su filosofía. Prefieren despedirle con un ritual y cubrir su cuerpo con sangre y manteca. Incluso practican la eutanasia cuando los venerados ancianos no pueden más.
Uno de los moranis invita amigablemente a conocer su guarida. Nada más entrar, en el medio, hay piedras para el fuego. A un lado, el corral para los animales. Al otro, dos barracones y un pequeño habitáculo para depositar los aperos. No hay ventanas; sólo agujeros. No se entiende cómo pueden vivir allí dentro, sin luz, sin nada, pero es que sólo duermen. Y la oscuridad impide la llegada masiva de moscas, como pasa en el exterior.
El almuerzo se realiza fuera en el caso de las mujeres y los niños. Los varones no pueden ver comer a ninguna ni probar nada que hayan tocado, por lo que se alejan de la aldea. El sustento se basa en cereales, fruta y una mezcla viscosa de leche y sangre cruda de animal. El joven guerrero insta a degustarla en un puchero, pero la inmersión del visitante aún no es suficiente...
Una costumbre más de esta bella tribu que se despide invocando de nuevo a su Dios para que guíe los pasos de los que acaban de ser sus huéspedes

domingo, octubre 26, 2008

carrera de la mujer 2008

ikea badalona..... presente!

domingo, octubre 19, 2008

"Amo a espanya"

Siempre me ha costado mucho entender el patriotismo. Las proclamas del tipo "Amo España" (o Inglaterra, Escocia, Italia, Cataluña o Galicia, lo mismo da) me han sonado falsas y huecas, además de inverosímiles, porque nadie está capacitado para "amar" así, en bloque, un país entero, menos aún una metáfora o un concepto. Uno ama, como mucho, a unas cuantas personas a lo largo de su vida, sin que nos importen su lugar de nacimiento ni la lengua que hablen. Casi siempre se pertenece a un sitio por accidente. A ese sitio nos acostumbramos, sí, y durante un tiempo es nuestro único mundo. En él desarrollamos nuestros primeros afectos: creamos vínculos fuertes con algunas personas y paisajes, adquirimos hábitos que nos son gratos y que hasta pueden llegar a sernos indispensables. Por lo general nos sentimos cómodos, y bastaría con que nos viéramos condenados al exilio -como ha sucedido a tantos españoles a lo largo de la historia- para que echáramos desmedidamente en falta esos paisajes y esos hábitos. La mayoría de la gente vive donde vive porque se encontró allí al nacer y se incorporó a lo que ya estaba en marcha. Se instaló naturalmente y ya no se plantea moverse, a no ser que sienta un profundo descontento o aburrimiento, o sea inquieta y quiera hacer lo que antes se llamaba "conocer mundo", o vea que su lugar no es el adecuado para abrirse camino en su profesión. Pero todo es principalmente una cuestión de costumbre, y el amor tiene poco que ver en ello.

Esto es normal y comprensible, y lo es también la probable simpatía hacia un lugar que uno conoce bien y que, a diferencia de la mayoría, no equivale a un mero nombre o a una visita de pocos días. Conoce a sus habitantes o a una parte de ellos, y si el equipo de fútbol de la ciudad gana un partido, se alegra porque piensa que esos habitantes estarán contentos. Uno tiende a compartir las alegrías y penas de quienes le son cercanos. Pero también en la cercanía suele estar lo que uno más detesta, lo que le hace sufrir y la vida imposible. No hay odio mayor que el que tiene destinatario concreto, visible. Como sabemos allí donde se han padecido guerras civiles, es infinitamente más fiero y genuino el odio que se profesa a un individuo al que se ve a diario que el que se nos inculca hacia "los franceses" o "los americanos". Éstos son postizos, abstractos, impostados. Lo mismo sucede con esa clase de amores, y por eso quienes declaran "amar España" no dirían nunca que "aman a los españoles", que sería más propio. Es más, jamás he oído a un español decir semejante cosa, ni a un catalán otro tanto de los catalanes, ni a un vasco de los vascos, porque a la vuelta de la esquina se encontrarían con un ejemplo de lo contrario: "Qué mal me cae ese tipo", "A esa tía es que no la puedo ni ver".
También me resulta difícil enorgullecerme de mi tierra porque alguno de mis paisanos descuelle en algo. Si Nadal, Alonso o cualquier deportista español gana un trofeo, no logro sentir que eso me haga mejor en ningún aspecto: no he tenido en ello arte ni parte, y me parecería ridículo -además de demente- exclamar "Somos los mejores en tenis o en automovilismo" cuando jamás he sostenido una raqueta ni un volante. Y aunque sí lo hubiera hecho, no vería qué relación tenía eso con la habilidad o la pericia de unos jóvenes que no me han sido presentados. Si un cineasta español gana un Oscar, o un escritor el Nobel, no me puedo sentir en modo alguno partícipe de su reconocimiento particular, ni siquiera con el de mi gremio, y nada me resulta más patético que los periodistas que dicen "Éste es un triunfo para España", o los galardonados que sueltan "En mí se ha querido distinguir a toda la literatura española". ¿Cómo se me iba a distinguir a mí, por ejemplo, cuando se premió a Cela en Estocolmo, si considero su literatura rancia y de fogueo y estábamos en las antípodas?
Sólo comprendo el patriotismo, extrañamente, por la vía negativa, es decir, hay personas y cosas con las que nada tengo que ver y que sin embargo, por ser de mi país, me avergüenzan y logran contaminarme. Los méritos de otros no me contagian ni me ennoblecen, y en cambio las ignominias sí me alcanzan. Hay individuos y hechos con los que por nada del mundo querría que se me asociara. Me avergüenza que mi región la gobierne alguien tan bruto como Esperanza Aguirre, que se gasta millón y medio de euros nuestros en una fiesta cutre suya y destruye el sistema sanitario. Me avergüenza que tengan poder decisorio Ibarretxe y Carod-Rovira, en el País Vasco y Cataluña, respectivamente. Que haya en Valencia un sujeto y Presidente llamado Camps que obliga -imbecilidad suprema- a que en sus escuelas se imparta una clase en supuesto inglés, con traductor a esa lengua incluido, para que ningún chaval entienda nada. Que a Zapatero le entre el pánico cada vez que ve a un obispo y para calmarse lo forre a billetes a cargo del contribuyente. Que nuestro poder judicial conozca sólo el chalaneo. O que las calles de mi país estén llenas de vociferantes unga-ungas que sirven de pretexto para la "protección de los grandes simios" decretada por nuestros congresistas. Me pregunto cómo se llamará esta afección: la incapacidad de enorgullecerse junto a la capacidad de avergonzarse por lo ajeno vecino. No es que me consuele, pero estoy segurísimo de no ser el único español que lo padece.
Javier Marías Para El País
19 de octubre de 2008.

viernes, octubre 10, 2008

Los ramones y los fans argentinos

Los acosan a toda hora y en todo lugar. Pretenden huir del hotel por otra salida, pero es imposible. Los fans, que saben que es la última gira antes de la separación y tal vez no haya otra oportunidad para saludarlos, se arrojan en masa sobre la camioneta. Algunos tocan las ventanas. Otros, directamente, las golpean con los puños. Adentro, todos se ponen paranoicos. CJ siente adrenalina: para él, todo se convirtió en una aventura. Johnny piensa en voz alta lo oportuno que sería tener a mano un gas paralizante. Una chica le dice a Joey que lo ama y le pide un beso. El flaco duda y Marky le grita: “¡No abras la ventana!”. El micro se abre paso entre la multitud a pura velocidad y los músicos temen pisar a alguien. Muchos los siguen en taxi, otros en bicicleta y hasta algunos se animan a correr, pese a que llueve y el piso está resbaladizo. La escena se repite por cuadras y cuadras. “¡Por Dios, es imposible perderlos de vista!”, brama Johnny, como si nunca hubiese venido a la Argentina.
Es la postal común en la mayoría de los 26 shows que Ramones hizo en nuestro país. Esa beatlemanización que el público local sentía por los cuatro de Queens no tenía correlato en ningún otro rincón del planeta. Basta con chequear las tibias reacciones de los fanáticos del mundo en Raw, el DVD que el propio Marky editó con las imágenes de gira que registraba en handycam.
En el DVD se los ve realmente asustados por el acoso de los fans argentinos. ¿Llegaste a temer por tu vida?
–Amo a los fans argentinos y nunca sentí miedo por ellos. Yo vivo cerca del World Trade Center de Nueva York y vi cómo se desplomaban las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001. Te juro que he visto con mis prismáticos gente tratando de volar. Estaban quemados, o directamente muertos. Olí carne humana, tela y metal quemado durante las dos semanas siguientes. Tuve que deshacerme de mi auto porque se llenó de hollín. A partir de eso, creo firmemente que debemos eliminar el miedo de nuestras vidas.
Página 12
9 de octubre de 2008.
Buenos Aires.

lunes, julio 28, 2008

Formosa, el Bañado La Estrella











FORMOSA
CRONICA DE UNA VISITA AL BAÑADO LA ESTRELLA
En el reino del jabirú
El Bañado La Estrella es un humedal de 400 mil hectáreas, ubicado en el noroeste de la provincia. En esa increíble y extensa reserva natural habitan multiplicidad de especies que la convierten en uno de los lugares privilegiados del ecoturismo. Excursiones acuáticas y terrestres en las que se puede llegar a observar millares de aves en una sola tarde, junto con yacarés, carpinchos, grandes boas y la vistosa cigüeña jabirú.



Por Julián Varsavsky
En el viaje en micro desde la ciudad de Formosa a Las Lomitas escuché, por primera vez en diez años de andar recorriendo el país, a dos personas hablando en un idioma autóctono: el pilagá. Pero en tierra formoseña varios miles de personas hablan también en otros dos idiomas: el wichí y el toba. Más allá de que Las Lomitas fue conocida a nivel nacional como el lugar de confinamiento de Carlos Menem durante la dictadura militar, a este pueblo uno viene, básicamente, a mirar pájaros por millares.
Tranquilamente podría decirse que, para tomar algunas de las fotos que acompañan esta nota, el fotógrafo estuvo semanas enteras apostado con sus teles más poderosos –aguardando situaciones oculto en los pastizales–, con medio cuerpo dentro del agua y a merced de toda clase de fieras y serpientes. Sin embargo, la verdad sea dicha, en el Bañado La Estrella colocar la lente a medio metro de las fauces de un yacaré es poco menos que un juego de niños para un fotógrafo. Y quien quiera –y se atreva–, le puede sacar una foto con un macro a la pupila de un yacaré.
Centenares de jabirús revolotean entre los fantasmagóricos champales.
HACIA EL BAÑADO Partimos en vehículo 4x4 desde Las Lomitas bien temprano en la mañana para observar la mayor cantidad de pájaros posible. La camioneta toma rumbo norte por la ruta provincial 48 y en 30 minutos ya ingresamos al Bañado La Estrella, donde la misma ruta de ripio es un dique construido para detener el avance del humedal.
En apenas 10 minutos de avanzar por la ruta –con el humedal a los dos costados– ya observamos centenares de aves en absoluta libertad. La más llamativa de ellas es el jabirú, una cigüeña que alcanza el metro con cuarenta de altura y tiene la cabeza negra con un collar rojo y el cuerpo blanco. Esta ave es característica del Chaco Americano, pero en el bañado se la observa por centenares y muy a la vista, muchas veces paradas en lo alto de un champal.
Los champales son el rasgo más sobresaliente del llano paisaje del humedal, originado por los desbordes del río Pilcomayo sobre los bosques del Chaco seco, cuyos árboles fueron ahogados por las aguas. Sin embargo, la dura madera de los quebrachos colorados, los palos santo y los algarrobos han perdurado de pie, con sus tétricas enramadas sin hojas recortándose en el cielo del atardecer y duplicadas al revés en los espejos de agua. Pero lo más curioso es que muchos de estos esqueletos de árboles fueron invadidos por plantas trepadoras que los envolvieron en su totalidad y les dieron tanto volumen que de lejos dan la impresión de estar cubiertos por un manto verde igual que un fantasma. Champal es justamente el vocablo que en lengua pilagá nombra a los fantasmas.
Los champales son árboles ahogados y “colonizados” por plantas trepadoras que crean un nuevo ecosistema sobre el esqueleto de madera.
Lejos de ser tétricos, los paisajes de champales son alegres, bullangueros y llenos de vida. Gracias a los millares de pájaros de las 300 especies que habitan los bañados, cada amanecer y atardecer son ensordecedores conciertos de caóticos graznidos como el chillido histérico del tero, el grito vigilante del chajá –siempre en pareja–, el silbido agudo y estridente del pájaro caracolero y el “gruñido” del biguá, similar al de un chancho. También se oye a veces el golpeteo a madera del pico de los jabirús, e incluso su aleteo, como el de aquellos dos que nos sorprendieron a 10 metros sobre nuestra cabeza, provocándose en el aire como buscando pelea.
Luego de caminar un poco al borde de la ruta y por las lenguas de tierra que ingresan unos metros en el bañado, es momento de navegar. Se puede elegir entre remar en piraguas –siempre que el grupo sea pequeño y tenga cierta experiencia– o en canoas con motor fuera de borda. Al avanzar la embarcación rasga por la mitad una alfombra verde de repollitos de agua, y más allá flotan unos extensos camalotales. En cierto momento se apaga el motor y es hora de remar un poco. Con sumo silencio para no espantar a las aves, nos acercamos a un champal con un nido de jabirú en lo alto, donde una madre alimenta a sus crías metiéndoles en el pico el pescado triturado que trae en el buche.
La presencia más intrigante del humedal es la del yacaré y el primero de ellos aparece junto a la costa, asoleándose como aletargado, con las fauces abiertas. El guía acerca la embarcación a la costa casi rozándole la cabeza con la proa al reptil, que parece petrificado como si esperara que alguien le acariciara la cola. Cinco metros más atrás, una ruidosa zambullida atrae nuestra atención y vemos salir de los pajonales a una pareja de yacarés que comienzan a deslizarse sobre las aguas, ondulando el cuerpo como las serpientes.
Con sus ojos apenas sobresaliendo del agua, los yacarés permanecen al acecho de algún festín.
A veces se ven varios yacarés, uno al lado del otro sobre la costa, como a la expectativa de un festín. Algunos llegan a medir hasta dos metros con cincuenta y a veces lanzan un soplido terrorífico que hiela la sangre. Otros permanecen sumergidos como asesinos al acecho y se los descubre a un metro de la lancha con sus ojos traicioneros sobresaliendo apenas en la superficie del agua.
Seguimos viaje y aparecen algunos carpinchos. Estos roedores son los más grandes del mundo y pesan hasta 80 kilos, ya que se pasan el día abocados a roer y roer los pastos con sus dos incisivos. Aquellos con mucha suerte podrán encontrar en el bañado a una boa curiyú enroscada en uno de los árboles secos, o si no verlas serpenteando bajo las aguas de poca profundidad del humedal. Bajo las transparentes aguas también se ven sábalos y pirañas, y en la costa es común observar a las cigüeñas jabirú pescando a los picotazos con las patas en el agua y el buche rojo inflado por el alimento. Otras especies comunes son el colorido pato picasso, las espátulas rosadas, un pajarito llamado monjita blanca, los negros biguás que posan con sus alas extendidas secándose al sol luego de una excursión de pesca, y miles de garzas brujas, moras y blancas.
Un simple bote a remo es el mejor vehículo para recorrer el Bañado La Estrella.
EL REFUGIO Luego de una navegación de dos horas regresamos al punto de partida que los guías llaman “el campo de Don Mario Rodríguez”. Allí Don Mario nos espera con un asado de cordero, empanadas de charqui, sopa paraguaya –un soufflé de harina de maíz con cebolla, queso y choclo– y mamón en almíbar con queso criollo para los postres. Después de una siesta de lujo en hamacas paraguayas al aire libre, emprendemos una caminata de tres kilómetros por el monte del Chaco seco. Allí abundan los quebrachos, los algarrobos, los palos santo y algunas orquídeas. Sobre ellos anidan los loros habladores y entre los pastizales andan las esquivas corzuelas –un pequeño cérvido–, los osos hormigueros gigantes y aves como el matico, con el cuerpo negro y la cabeza naranja.
A la hora de la merienda la guía sirve un bizcochuelo muy proteico de harina de algarrobo y explica que la harina la produce en la zona una comunidad wichí que recoge las chauchas secas en diciembre, las muele y después vende el producto en otras provincias, incluso en Buenos Aires. La excursión se puede terminar después de la merienda –volviendo al hotel en Las Lomitas–, o extenderla para dormir en el refugio de Don Mario, al final del sendero de tres kilómetros.
En el refugio –sin luz ni agua corriente aunque con baño– sólo hay bolsas de dormir bajo mosquiteros individuales. La gracia de dormir en medio de la naturaleza está en ser despertado en el monte por el caos ensordecedor de las aves en pleno alboroto matinal. Después de almorzar, una siestita. Y más tarde otra navegación para disfrutar del espectáculo del atardecer, cuando todas las aves del mundo parecen darse cita en el inabarcable humedal, que abarca 20 veces la Ciudad de Buenos Aires.

sábado, julio 26, 2008

Guerra y paz

La imagen tiene poco menos de un siglo, pero los más oscuros pliegues de la condición humana siguen allí tan vivos como cuando los captó un fotógrafo anónimo, la madrugada del 4 de noviembre de 1910. La solitaria figura de una mujer madura, encaramada en puntas de pie sobre un cajón de madera, domina la escena. Es Sofia Andreievna, la esposa de León Tolstoi, quien trata de vislumbrar -espiando por la ventana de una cabaña perdida en la estepa rusa- el cuerpo agonizante de quien fue su marido durante cuarenta y ocho años y a cuya cama no puede acercarse por exigencia de los médicos, de los hijos y del propio Tolstoi.
El escritor había huido de su casa de Yásnaia Poliana una semana antes, abrumado por los incesantes requerimientos de Sofia (cuyo apodo era Sonia) para que le entregara los manuscritos sin publicar y los diarios íntimos en los que hablaba de ella. Desde hacía ya muchos años su matrimonio naufragaba en querellas cada vez más ásperas. La esposa no toleraba que Vasili Cherkov -un intrigante al que Tolstoi consideraba su mejor discípulo- se inmiscuyera en las peleas conyugales y de algún modo las estimulara. El escritor, a su vez, se negaba a mantenerlo apartado. Marido y mujer veían aquellas trifulcas como "una lucha a muerte" y en verdad lo eran. Se amaban, pero la vida en común los estaba destrozando.
Cuando Tolstoi se fugó de la casa familiar sin avisarle a nadie -salvo a su hija Sasha, a quien le pidió que lo acompañara- estaba enfermo de neumonía. Su temperatura oscilaba entre los 39°6 y los 40°. El pulso era irregular y la respiración, tan débil que Sasha, inquieta, le acercaba cada tanto un espejo a los labios para verificar que seguía vivo. Sentía ardores de estómago y ataques de hipo que no le daban tregua. Padre e hija atravesaron los campos helados en un trineo hasta la estación de tren, donde -para despistar- compraron pasajes a pequeños apeaderos de la línea del Sur. Tolstoi pretendía pasar inadvertido, pero no tenía idea de su inmensa fama. Cayó derrumbado en un vagón de segunda clase y le pidió a Sasha que le comprara los periódicos. Con horror descubrió que la historia de su fuga era el tema principal de las portadas. Nubes de reporteros seguían el rumbo del tren y los fotógrafos estaban al acecho en las estaciones.
Muy pronto, todos los pasajeros se enteraron de que Tolstoi viajaba con ellos y acudieron en masa a verlo. Sasha les rogó que se fueran para que su padre pudiera descansar. Apenas circulaba el aire en los vagones llenos de humo. El gobierno del zar Nicolás II había despachado también a varios policías de civil para que averiguaran las verdaderas intenciones de un pacifista venerado por los campesinos, al que la iglesia ortodoxa acababa de excomulgar negándole los sacramentos y el entierro religioso. A Tolstoi sólo le importaba que lo dejaran en paz.
Era ya entonces un gigante lleno de gloria y no habría otro que desatara entusiasmos tan tumultuosos. Ningún escritor, antes o después, conoció como él esos extremos de admiración. Cuando viajaba a Moscú y a San Petersburgo, las calles por las que pasaba estaban alfombradas de flores. Todos los extranjeros de renombre que llegaban a Rusia consideraban incompleta la peregrinación si Tolstoi no los recibía. Gandhi le escribió llamándolo "nuestro titán" y se declaró "humilde deudor de sus prédicas y doctrinas sobre la no violencia".
Todos los grandes creadores de la época, desde Thomas Hardy hasta George Bernard Shaw le hacían llegar cartas de admiración. Aunque Tolstoi fue siempre el candidato obvio para ganar el Premio Nobel, se apresuró a rechazarlo antes de que se lo dieran porque "no sabría -les escribió a los miembros de la Academia Sueca- cómo disponer de todo ese dinero, sobre todo cuando mis convicciones me indican que el dinero sólo produce mal".
Cuanto más vasta era su fama pública, mayor era también el infortunio de su intimidad. Se había casado en 1862, a los 34 años. Sofia Andreievna acababa de cumplir 18. Los dos tenían temperamentos de hierro y se creían capaces de imponer al otro sus deseos y códigos de vida. La misma noche de bodas el escritor cometió un error mayúsculo, que desviaría para siempre el cauce de su dicha: le dio a leer a Sonia sus diarios de juventud, en los que contaba con lujo de detalles sus borracheras y lujurias de oficial joven. Creía sinceramente que, al poner al descubierto las flaquezas de su alma, ella podría comprender con quién se había casado y perdonar las heridas futuras. Lo que logró fue abrir las compuertas de un torrente de celos y resentimientos que ya no se detendría. Dos semanas más tarde, Sonia empezó a escribir su propio diario. Se levantaba en medio de la noche para espiar lo que el marido había escrito e imprudentemente dejaba al alcance de su curiosidad el inventario de los agravios que le adjudicaba. Entonces empezaban las reyertas cada vez más crueles, las acusaciones de infidelidad y desamor. Y sin embargo, los dos se amaban con un ímpetu que no apagaron los años maduros ni la desastrosa convivencia.
Para Tolstoi, la escritura de los diarios fue el más constante de sus vicios. Sólo se permitió abandonarlos cuando trabajó en Guerra y paz y Anna Karenina , sus dos novelas mayores. También Sonia anotaba con puntualidad las cuitas de cada día. Por los diarios, ambos se enteraron de los enamoramientos y ridículos conatos de traición que los aquejaron en las fronteras de la vejez. El escritor había pasado ya los 70 años cuando la esposa tuvo noticias tardías de sus coqueteos con una campesina llamada Axinia, cuyo cuerpo dorado y piernas robustas representaban todo lo que Tolstoi deseaba. En los diarios de él han quedado vislumbres de las terribles maldiciones que se cruzaron. Sonia le dice: "No hay ningún bien en ti. Eres malvado, asqueroso. Yo sólo voy a amar a personas buenas y decentes, no a ti. Tú eres asqueroso, repelente".
Nadie ha contado mejor esa tragedia que William Shirer, el gran periodista que fue testigo del ascenso de Hitler en la Alemania de Weimar y lo narró en un libro clásico, The Rise and Fall of the Third Reich . Su obra más personal, sin embargo, es la historia de las borrascas conyugales que atormentaron a los Tolstoi. Lo publicó en 1993, un año antes de morir, con un título expresivo: Love and Hatred. The Stormy Marriage of Leo and Sonya Tolstoy ("Amor y odio. El tormentoso matrimonio de Sonia y León Tolstoi"). De allí ha salido casi toda la copiosa bibliografía sobre el fin de la pareja, incluyendo la noticia del amor crepuscular que Sonia parece haber sentido por el pianista Serguei Tanéiev cuando ella tenía ya 57 años.
Nada estremece tanto, sin embargo, como el relato de la muerte del gran hombre, que yacía solitario en la choza del jefe de la estación de Astápovo, perdido en la blancura de la estepa, mientras su fin inminente acongojaba a millares de lectores y discípulos en los cuatro rincones del mundo. Expiró a las 6.5 de la mañana del domingo 7 de noviembre de 1910. A Sonia no se le permitió entrar sino minutos más tarde, cuando ya todo había pasado. A la intemperie, bajo los hilos de nieve que no cesaban de caer, los campesinos cantaban un antiguo himno funerario, Memoria eterna . La esposa lo sobrevivió nueve años, suplicando en su diario que el mundo la recordara con indulgencia.

miércoles, junio 11, 2008

Gitanos

Los gitanos y la materia de los sueños
En la Italia de Berlusconi se ha desatado la persecución de los calés. Allí y en todas partes su principal 'pecado' es su carácter irreductible. Habría que defenderlos: he aquí una causa al alcance de todos
EDUARDO MENDOZA 11/06/2008
El Gobierno italiano que preside Berlusconi, pero que ha sido elegido por una apreciable mayoría de los italianos, ha tomado medidas coercitivas y algo bruscas contra los gitanos. Ignoro la causa de estas medidas y más aún el resultado, aunque imagino que habrán ocasionado más sufrimientos que beneficios, salvo el de colocar en primer plano, aunque sea por unos días, a este colectivo misterioso, que a todo el mundo cae simpático en abstracto y pone de los nervios en concreto.

Son originarios de India, donde eran apreciados como forjadores y músicos
El que visita Auschwitz se sobrecoge al ver la cantidad de gitanos que allí fueron exterminados
España es un caso destacado de esta flagrante contradicción. Los gitanos son un signo preeminente de nuestra identidad y los embajadores casi exclusivos de nuestro folclore y nuestro temperamento nacional, si es que existe tal cosa, y por esta razón nos sentimos orgullosos de los gitanos y los andamos exhibiendo por el mundo; pero luego procuramos mantenerlos a distancia y los consideramos extraños o, lo que es peor, ciudadanos de segunda.
Se trata de una injusticia casi universal, a la que contribuye en buena parte el origen recóndito de los gitanos y su irreductible idiosincrasia.
Aunque hay teorías para todos los gustos, el consenso apunta a que son originarios de la India, donde conformaban una de las muchas subdivisiones de la casta de los parias. El subsistema de castas se basa en el tipo de actividad que practican sus miembros, y los gitanos estaban especializados en dos oficios distintos pero no incompatibles: eran muy apreciados como herreros y forjadores, pero aún más por sus aptitudes innatas para la música, el canto y el baile.
Más tarde, al hacerse trashumantes y frecuentar ferias y mercados, incorporaron a su currículum la trata de ganado. No se sabe cuándo ni por qué causa emigraron en bloque. Unos dicen que fueron expulsados; otros, que acudieron a la invitación de algún monarca poderoso y falto de diversiones, con la esperanza de mejorar su suerte. Sea como sea, recalaron en lo que entonces era el imperio persa. De ahí pasaron al imperio bizantino y luego al otomano, bajo cuya bandera se dispersaron por Europa. Tal vez pasaron por Egipto, pero no proceden de ahí ni tienen nada que ver con los faraones como antiguamente se creía.
En la actualidad hay comunidades gitanas importantes en todo el mundo, incluida la América del Sur y la del Norte. Al no ser sedentarios, es difícil censarlos, pero su número es mayor de lo que uno tendería a pensar. Hace una década se calculaba que había unos 11 millones de gitanos en el mundo, una cifra considerable si pensamos que en esa misma fecha los judíos sumaban poco más de 12 millones.
Los gitanos mantienen ciertos rasgos morfológicos distintivos, pero difícilmente se puede hablar de una raza en sentido estricto, porque se suelen casar entre ellos, pero después de tantos siglos de vagar, las excepciones a la endogamia hacen que estén muy mezclados. Lo mismo ocurre con su lengua, transmitida por tradición oral, poco estudiada y, tan contaminada como los genes, si no más. Los que la hablan son siempre bilingües, por lo menos. En España hablan castellano con los giros propios de cada región, así como las demás lenguas del Estado. La Carmen de Mérimée hablaba caló, sevillano y euskera, con lo que armaba líos a tres bandas. El propio Mérimée, que inventó el personaje, cuenta en sus cartas que al pasar por Barcelona conoció gitanos que hablaban y cantaban en catalán. También los nombres y apellidos se pegan al terreno.
En cuanto a su extraordinario talento musical, y en contra de lo que parece, no es creativo, sino interpretativo. No hay música gitana propiamente dicha. Adaptan y hacen suya la que encuentran. En España, el flamenco, pero en Hungría, en Yugoslavia, en Rumania o en Italia, la música folclórica de cada lugar.
Muchos gitanos se integran sin dificultad en la forma de vida convencional de sus respectivos países, pero lo que les sigue caracterizando como colectivo es su forma de vivir desarraigada, excluyente y voluntariamente marginada de toda sociedad. Es este carácter inconformista el que ha creado un sentimiento generalizado de desconfianza hacia ellos que en ocasiones se transforma en animadversión, cuando no en violencia.
En la Europa medieval, y después también, fueron anatematizados. Al que no pertenecía a la Iglesia en cuerpo y alma se le consideraba pagano, un término que entonces era sinónimo de poseído por el demonio o servidor de Satanás. En la tradición centroeuropea, los gitanos son los aliados naturales de los vampiros y sus fieles servidores. Son ellos los que trasiegan el ataúd de Drácula cuando éste no puede valerse por sí mismo. Una antigua tradición cristiana dice que Dios los maldijo porque negaron su ayuda a la Sagrada Familia en la huida a Egipto. Pero no hace falta tanta imaginación ni remontarse a un pasado tan lejano. El que visita Ausch-witz se sorprende y sobrecoge al ver la cantidad de gitanos que fueron exterminados en aquel inicuo y lúgubre lugar, como consta en un austero y apartado recordatorio, tan marginal como las personas que por allí pasaron. Una tragedia de la que se habla poco, porque los gitanos no dejan testimonio escrito de su historia y como todas las gentes que van de paso, no tienen interés por el pasado y son reacios a la memoria.
El que no sean réprobos no significa que sean ángeles. En cualquier comunidad humana hay personas buenas, malas, y una suma de las dos cosas. Los gitanos, como todo el que camina por el borde de la sociedad, están más expuestos a resbalar e incurrir en delitos pequeños pero molestos: robar gallinas o lo que el azar pone a su alcance y cosas por el estilo. En la actualidad parece ser que algunos entran y salen del mundo de la droga, más como consumidores que como traficantes. Una actitud incívica y la fama de promiscuidad sexual han dejado de ser crímenes para convertirse casi en virtudes.
No es cierto, como se contaba, que antiguamente robaran niños: son prolíficos y con sus propios churumbeles tienen de sobra. Sí es verdad, en cambio, que algunos niños, por afán de aventura o para huir de malos tratos o abusos de cualquier tipo, se unían a las caravanas de gitanos como único medio de transporte y supervivencia. A veces su carácter apasionado les impulsa a echar mano de la navaja y entonces corre la sangre, pero la violencia, como casi todo, no rebasa los límites de su propio círculo. En definitiva, un historial muy parecido al de otros colectivos, y menos perjudicial que el de los especuladores o los abanderados de las causas patrióticas.
En el fondo, son lo que siempre fueron, aquello para lo que estaban genéticamente programados: gente de la farándula. No hay que haber conocido a muchos profesionales del espectáculo para detectar a escala individual rasgos que en los gitanos son atributos tribales. Temperamentales, exagerados, impróvidos, a veces lunáticos, a veces incumplidores, a veces desaseados, propensos a darse puñaladas entre sí, por suerte metafóricas; pero también impulsivos, sentimentales, generosos y divertidos.
De un tiempo a esta parte, el colectivo de actores, con algunas adiciones valiosas del mundo de la canción y otros sectores afines, ha mostrado una especial sensibilidad por los problemas políticos y humanos que asolan el mundo actual: el hambre, la guerra y la opresión en todas sus formas. Con frecuencia ha expresado su repulsa y denunciado a los culpables. En una época dominada por la imagen y el culto a la fama, estas intervenciones han tenido gran repercusión y, dentro de lo posible, una cierta eficacia. A veces la envergadura de la causa era excesiva para sus fuerzas: Irak, el Tíbet, África.
Ahora hay una causa que no debería dejarle indiferente. Los gitanos están más cerca, físicamente y, si mi teoría no es errónea, también espiritualmente. No hace mucho que los cómicos eran considerados poco menos o poco más que los gitanos, vivían segregados de la sociedad y no podían ser enterrados en tierra sagrada. Ahora esto es sólo un recuerdo y una anécdota. En cambio, los gitanos, empeñados sin saberlo en cumplir su extraño destino histórico, persisten en una condición que han asumido sin concesiones y hasta las últimas consecuencias. Pero incómodos, ajenos a todo, a veces patéticos, a veces poéticos, comparten la propiedad de ser lo que Shakespeare definió como la materia de que están hechos nuestros sueños.
Eduardo Mendoza es escritor.

domingo, junio 08, 2008

El Rey Lear- ALFREDO ALCON


Representar Rey Lear es un ejercicio de humillación,

sé que nunca estaré a la altura, ni como actor ni como espectador, de toda esa intensidad llena de vida que tienen las obras de Shakespeare y en especial esta que ahora por fin represento y con la que sólo trato de subir un escalón más". Así se expresaba poco antes del estreno de Rey Lear su protagonista, el actor Alfredo Alcón, quien a pesar de ser septuagenario desde hace años, se muestra lleno de energía en escena, hasta el punto de que termina la función sosteniendo en brazos a Cordelia, la hija de Lear.

Cuando está subido en el escenario y transformado en ese rey perdido entre el dolor y la locura, Alcón hace desaparecer al 100% su cadencia y acento argentinos para abordar en el Teatro Valle-Inclán de Madrid una de las principales tragedias de William Shakespeare. Un trabajo que el público acoge con ovaciones hacia el actor cada noche. Rey Lear se escribió entre 1605 y 1606, aunque tomando como fuente una obra anterior, King Leir (representada en 1594 e impresa en 1605), y ambas deudoras con la Historia Regum Britanniae escrita hacia 1135 por Godofredo de Monmouth y de raíz netamente céltica.
Este nuevo Rey Lear producido por el Centro Dramático Nacional, con puesta en escena de su director Gerardo Vera, y versión del dramaturgo Juan Mayorga ha nacido gracias a Alcón. Su director no oculta que "sin él no hubiera llevado a cabo este proyecto, ya que el papel requería a un actor complejo, moderno, con gran hondura, que transmitiese verdad y con una técnica perfecta, yo quería hacer Lear y tenía claro que era con él o no era", sostiene Vera quien califica la obra de auténtica metáfora sobre la vejez, el mundo que termina y los jóvenes que irrumpen para arrinconar a sus mayores.Alcón destacó la gran generosidad que España siempre había tenido con él. El actor ha trabajado con directores españoles teatrales en varias ocasiones, sobre todo con el desaparecido José Luis Alonso y también con Francisco Nieva y repetidamente con Lluís Pasqual.
A lo largo de su dilatada y prestigiosa trayectoria se ha enfrentado como actor y director a muchos shakespaeres. Su experiencia es mucha, pero tiene claro que es precisamente con la experiencia con la que hay que tener mucho cuidado: "Si uno vive un trabajo actual desde la experiencia anterior, si llega a él con preconceptos, no puede ponerse al servicio del proyecto y yo no trabajo con un director que hace su Lear en el salón de su casa, Vera ha venido a los ensayos a indagar y a retorcerse con nosotros y eso es muy importante".
Alcón, como otros compañeros suyos, se muestra contento del protagonismo que está teniendo hoy el teatro en las sociedades occidentales: "Es un arte que ha subsistido a lo largo de muchos siglos y seguirá existiendo mientras seamos humanos y tengamos la necesidad de nos cuenten un cuento", señala el actor quien cree que hoy la gente vuelve su mirada hacia el teatro porque el público, de manera consciente o no, sabe que puede cambiar lo que está viendo en el escenario. "Un espectador que está compartiendo la pasión, está siendo un creador, no es un espectador pasivo?; el teatro no es sólido, es líquido, necesita del otro para hacerse, y como cualquier elemento líquido es impredecible, cualquier persona puede modificar el movimiento del agua, cualquier espectador puede alterar una representación y ahí es donde el teatro cobra su gran fuerza por encima de todas las modernas tecnologías". Para concluir su apología escénica dice, casi más que con la palabra con sus ojos vivos y jóvenes: "El teatro nos hace sentirnos vivos, con todo el peligro y la aventura que significa estar vivo".
Alfredo Alcón ha pasado a sumar la lista de los Rey Lears que se han visto en España en el último medio siglo, tres de ellos dirigidos por Miguel Narros. El protagonizado por Carlos Lemos en 1966 que supuso un gran acontecimiento y en el que las jóvenes hijas de Lear eran Berta Riaza, Julieta Serrano y Ana Belén; así como los protagonizados por Fermí Reixach y Helio Pedregal, actor este último que volvió a ser Lear bajo la dirección del alemán Hansgünther Heyme en el Teatro de la Abadía. El último Lear español, anterior a Alcón, fue el dirigido por Calixto Bieito y con José María Pou al frente del reparto. Actor éste que fascinó al mismísimo Ian McKellen, quien este año ha sido el último Rey Lear de la Royal Shakespeare Company y al que le impresionó mucho el trabajo de Pou cuando le vio en ese papel.
El montaje del Centro Dramático Nacional, que cuenta con Carmen Elías, Luis Bermejo, Pedro Casablanc, Miryam Gallego, Cristina Marcos, Juli Mira, Jesús Noguero y Albert Triola, entre otros muchos actores, permanecerá en Madrid hasta el 20 de abril y posteriormente viajará a Sevilla (del 1 al 3 de mayo), Málaga (del 9 al 11 de mayo), Barcelona (del 21 de mayo al 8 de junio), San Sebastián (14 y 15 de junio) y Bilbao (del 26 al 28 de junio) y otras ciudades españolas.

martes, junio 03, 2008

El fútbol y el Indio Solari

Te gusta ver fútbol y colgarte con emoción viendo un partido? Sebazumbador Zumba, Buenos Aires. Veo fútbol todo el tiempo. Yo soy hincha de Boca. El partido de Boca lo agarro así sea el cumpleaños de nadie. Acá se para todo. Pero también veo Arsenal-Lanús, porque de pronto puedo mirar sin nervios. Después trato de seguir a las gallinas. Si van ganando me voy... Pero sí: consumo mucho fútbol. También las ligas europeas. Por ejemplo, cuando jugaba Riquelme en el Villarreal me gustaba verlo. O ahora Tevez, que son jugadores que me da pena que no puedan jugar acá, porque me gusta verlo en la cancha. Tanto que hasta pongo un partido del Manchester. Y después, si hay un choque Barcelona-Madrid y estoy al pedo...

lunes, mayo 26, 2008


"Esperaría que no te asuste

este instante de sinceridad;

mi corazón vomita su verdad.

Es que hay una guerra entre dos

por ocupar el mismo lugar;

la urgencia o la soledad".

La Soledad

(Bersuit Vergarabat)

sábado, mayo 24, 2008

Henry Miller


Hacía sólo unos días que se había agarrado a mí desesperadamente, y después algo ocurrió, algo que ni siquiera está claro para mí ahora, y por su propia voluntad subió al tren y me volvió a mirar con esa sonrisa triste y enigmática que me desconcierta, que es injusta, forzada, de la que desconfío con toda mi alma. Y ahora soy yo, parado a la sombra del viaducto, quien tiendo los brazos hacia ella desesperadamente y en mis labios aparece esa misma sonrisa inexplicable, esa máscara que he colocado sobre mi pena. Puedo quedarme aquí parado y sonreír inexpresivamente, y por fervorosas que sean mis plegarias, por desesperado que sea mi anhelo, hay un océano enre nosotros; ella seguirá allí en la miseria, y yo caminaré aquí de una calle a otra, con lágrimas ardientes quemándome el rostro.
Trópico de Cáncer

viernes, mayo 23, 2008

Iñaki Ochoa de Olsa


LA MIRADA DE CRISTAL
Jueves, 5 de abril de 2007
El avión desciende suavemente, por una vez. Ha encontrado sin problemas, y no es nada fácil, el único hueco que da acceso a este valle rodeado de colinas donde se asienta Kathmandu, esta ciudad sucia y ruidosa que se ha convertido en mi segundo hogar. Ya no me siento extraño cuando me muevo deprisa por los callejones del barrio turístico, corriendo como loco mientras realizamos las mil y una gestiones necesarias para preparar nuestra próxima expedición al Dhaulagiri y, en caso de que todo salga bien allí, también al Annapurna. Nada me es ajeno ya, en este ambiente. Durante el vuelo me he entretenido contando, papel en mano, el numero de veces que he aterrizado en el Reino de Nepal. No me sorprende la cifra resultante: han sido 29 ocasiones.
Mis amigos sherpas me dicen, nada mas aterrizar, que aquí el invierno ha sido de los buenos, Nada que ver con el que nos ha tocado a nosotros en casa. La nieve se acumula arriba en las montañas, lo que no sabemos si es bueno o malo. Pero como es un hecho que tiene toda la pinta de ser irrefutable, pues mas vale no preocuparse por ello. En la ciudad ha nevado otra vez después de 62 anos sin hacerlo, y eso que Kathmandu esta situada solamente a 1.300 metros de altitud, si, pero a la misma latitud que las Islas Canarias. Mas nos vale.
En el avión, a mi lado, viajaban Oscar Fernández e Ignacio Barrio. En sus caras veo la mía, reflejada como en un espejo. Esperamos reunirnos cuanto antes con Joby Ogwyn, Joelle Brupbacher, Horia Colibasanu y Jorge Egocheaga, los demás miembros de nuestra espedición. Oscar e Ignacio se han preparado con espartana dureza para nuestra escalada, y ambos han puesto toda la ilusión y la imaginación de la que disponen para que ahora estemos aquí, de nuevo bajo el Himalaya. Y también todos sus ahorros. Nuestros últimos días en Pamplona han resultado ser la locura habitual, rodeados del infame estrés emocional, conocido y temido, de las despedidas. Y asimismo los nuestros sufrían sin duda la mirada ausente y vacía de quien tiene el alma ya en camino, en algún lugar lejano.
De manera que nuestros espíritus se abren ya paso por las nieves profundas y sagradas de las dos grandes montañas que rodean el valle del Kali Gandaki, en un lugar tan bello que mis intentos por describirlo serán sin duda vanos e inútiles. Ahora solo queda que nuestros cuerpos se reúnan con sus almas vagabundas, en un proceso que para nosotros es cíclico y, a estas alturas de la jugada, natural. Pronto nuestros demonios serán exorcizados una vez mas, caerán rendidos y sin fuerzas, perdidos en medio de ese baile salvaje que es la escalada en el Himalaya. De nuevo, volveremos a casa destruidos físicamente, quizás, pero sin duda renacidos. En nuestros ojos brillara una mirada diferente, de cristal, que dice a las claras y sin tapujos: "He estado en un lugar especial. Y he vuelto para contártelo."

PS De nuevo debo agradecer de corazón a LORPEN y a DIARIO DE NAVARRA su apoyo incondicional. Me han demostrado que saben estar a mi lado por igual cuando llueve o cuando hace sol, sin presionarme en lo más mínimo, siempre con las palabras justas a mano. Gracias.
Al resto de mis amigos y colaboradores, más de lo mismo. Las gentes de CampoBase y de Rocopolis, de Montura y de Tuckland hacen que me sienta valorado y apoyado.
Me gustaría mandar un abrazo especial a mi joven amigo y profesor de Nepali durante el pasado invierno, un chico Sherpa que vive cerca de Pamplona y se llama Pasang. Y a ti, Corinne, te mando un beso. Solo te puedo decir que espero estar muy pronto a tu lado, devolviéndote toda esa energía que mi ausencia te roba....
Iñaki Ochoa de Olza

lunes, mayo 19, 2008

cursa del corte ingles 2008


he participado de la cursa un año mas
q felicidad!
y como todos los años
he comprobado (una vez mas..) q muchos no se bañan con regularidad (y tambien eran jóvenes!!!) y tampoco se cepillan los dientes
q asco!!!!!
seguro q no tiene a ninguna mujer al lado!
bueno pero lo mas bonito ha sido ver tantas personas corriendo
con ganas de pasarlo bien
de caminar rapido de ir charlando q importa!
padres con niños de la mano animandoles (especialmente en la subida de la montaña)
amigos q iban ahciendose bromas
parejas de corrian disciplinadas
un señor bastante viejo con la camiseta q entregaba el corte ingles por la participacion ininterrumpida en 25 años!!! q genio!!!
el señor q corre con el dálmata disfrazado de dálmata el tambien
jajajjaja
y todo q ha sido precioso y perfecto

lockout a la Razón

Ver morir” y “regalar”
Por Sandra Russo
“Prefiero ver morir a las vacas antes que regalarlas”, dijo Alfredo De Angeli. Ya no hace ninguna falta decir quién es De Angeli ni describir sus modos. La frase es de barricada, ya que uno tiende a creer que De Angeli, como cualquier ganadero, como cualquier persona con dos dedos de frente, preferiría vender barata una vaca antes que verla morir. ¿O no? ¿Pero y si fuera cierto? ¿Qué pasa por la cabeza de una persona que de verdad, y no en forma figurada, prefiere ver morir a una vaca antes que venderla barata? En esta última pregunta fue necesario reemplazar el “regalarla” por el “venderla barata”, porque inequívocamente lo que quiso decir De Angeli fue eso. Pero el uso de “regalarlas” también merecerá, más adelante, un comentario.

“Prefiero ver morir a las vacas antes que regalarlas” indica antes que nada que se es dueño de vacas que están a la venta. En rigor, es un eufemismo que refiere el valor de mercado que se le trata de imponer a una mercancía, la vaca, y el extremismo con el que se pretende defenderlo. No deja de ser, claro, una metáfora que nadie tomará por literal, pero por el hecho mismo de ser una metáfora que se interna en territorios semánticos con connotaciones que nada tienen que ver con el mercado, también es un acto nudista del lenguaje. Está sellado a fuego, para la opinión pública acrítica que se informa a través de los grandes grupos periodísticos, que las medidas del Gobierno obligarían a los ruralistas a “regalar” sus mercaderías. Las coberturas periodísticas de las asambleas de De Angeli nunca se alejan de su persona. Es lo que provoca a su alrededor De Angeli lo que les ha regalado, y sin comillas, la posibilidad de espectacularizar una protesta que esos medios siguen definiendo como “protesta”, sólo porque a esos mismos medios no se les ocurre irse un poco más allá, informativamente, del escenario en el habla De Angeli.

¿No es raro que en semejante crisis que ya superó hace rato el conflicto con “el campo”, jamás hayan aparecido, en los grandes medios, notas sobre los campesinos? ¿Vivimos en un país sin campesinos? ¿”El campo” estalla sin campesinos? ¿Y eso no es un hecho insólito en un país tan extenso? La Federación Agraria, vaciada de todo su contenido original, degenerada en su naturaleza de actor social con intereses y lectura propia, fagocitada por la melena canosa y patricia de Miguens, debería hablar de campesinos, no sólo de propietarios. La Sociedad Rural no ha necesitado exhibir ninguno de sus costados salvajes. Ahí los tiene a los muchachos de la Federación, que manejan mejor que ellos la barricada, para darle épica a la epopeya de las camperas de carpincho.

“Prefiero ver morir a las vacas antes que regalarlas” es una frase que contiene al De Angeli básico, y es otra prueba del inmenso poder simbólico que la Federación Agraria está poniendo al servicio de sus explotadores históricos. Como es improbable que esta crisis termine con una reforma agraria, como a veces parece esperar el otro, Buzzi, y algunas agrupaciones troskas, se diría que ese poder simbólico está siendo no sólo desvirtuado, sino además regalado.
La palabra “regalar” es curiosa. Me imaginaba a Jesús, a Gandhi, a San Francisco, a San Bernardo, al Che, a la Madre Teresa, qué sé yo, a cualquier líder humanista o cristiano, diciendo “prefiero ver morir a las vacas antes que regalarlas”. ¿No parece un blooper semántico? ¿No se le traspapela, a la frase, su costado siniestro?

Pero no hay que exagerar. No es una frase religiosa, ni siquiera política. Es apenas la chicana del dueño de la vaca. Pero a propósito, para revisar también esa última instancia, la muerte, aplicada a slogans y discursos políticos, arrimo aquí una reflexión de Bertrand Russell, tomada de un reportaje que le hizo en 1965 el periodista desaparecido Enrique Raab: “En 1782, el patriota norteamericano Patrick Henry pergeñó la frase que dio rienda suelta a todos los nacionalismos. Dijo: ‘prefiero morir que seguir dependiendo de la Corona Británica’. Ahí comenzó el desastre; la fórmula hizo carrera. El día en que algún norteamericano diga ‘prefiero ser comunista antes que morir’, o que algún soviético grite ‘prefiero ser capitalista y no cadáver’, bueno, ese día se habrá producido una revolución en el pensamiento humano”.
Para Página 12- 19 de mayo de 2008