viernes, octubre 10, 2008

Los ramones y los fans argentinos

Los acosan a toda hora y en todo lugar. Pretenden huir del hotel por otra salida, pero es imposible. Los fans, que saben que es la última gira antes de la separación y tal vez no haya otra oportunidad para saludarlos, se arrojan en masa sobre la camioneta. Algunos tocan las ventanas. Otros, directamente, las golpean con los puños. Adentro, todos se ponen paranoicos. CJ siente adrenalina: para él, todo se convirtió en una aventura. Johnny piensa en voz alta lo oportuno que sería tener a mano un gas paralizante. Una chica le dice a Joey que lo ama y le pide un beso. El flaco duda y Marky le grita: “¡No abras la ventana!”. El micro se abre paso entre la multitud a pura velocidad y los músicos temen pisar a alguien. Muchos los siguen en taxi, otros en bicicleta y hasta algunos se animan a correr, pese a que llueve y el piso está resbaladizo. La escena se repite por cuadras y cuadras. “¡Por Dios, es imposible perderlos de vista!”, brama Johnny, como si nunca hubiese venido a la Argentina.
Es la postal común en la mayoría de los 26 shows que Ramones hizo en nuestro país. Esa beatlemanización que el público local sentía por los cuatro de Queens no tenía correlato en ningún otro rincón del planeta. Basta con chequear las tibias reacciones de los fanáticos del mundo en Raw, el DVD que el propio Marky editó con las imágenes de gira que registraba en handycam.
En el DVD se los ve realmente asustados por el acoso de los fans argentinos. ¿Llegaste a temer por tu vida?
–Amo a los fans argentinos y nunca sentí miedo por ellos. Yo vivo cerca del World Trade Center de Nueva York y vi cómo se desplomaban las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001. Te juro que he visto con mis prismáticos gente tratando de volar. Estaban quemados, o directamente muertos. Olí carne humana, tela y metal quemado durante las dos semanas siguientes. Tuve que deshacerme de mi auto porque se llenó de hollín. A partir de eso, creo firmemente que debemos eliminar el miedo de nuestras vidas.
Página 12
9 de octubre de 2008.
Buenos Aires.

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