viernes, mayo 23, 2008

Iñaki Ochoa de Olsa


LA MIRADA DE CRISTAL
Jueves, 5 de abril de 2007
El avión desciende suavemente, por una vez. Ha encontrado sin problemas, y no es nada fácil, el único hueco que da acceso a este valle rodeado de colinas donde se asienta Kathmandu, esta ciudad sucia y ruidosa que se ha convertido en mi segundo hogar. Ya no me siento extraño cuando me muevo deprisa por los callejones del barrio turístico, corriendo como loco mientras realizamos las mil y una gestiones necesarias para preparar nuestra próxima expedición al Dhaulagiri y, en caso de que todo salga bien allí, también al Annapurna. Nada me es ajeno ya, en este ambiente. Durante el vuelo me he entretenido contando, papel en mano, el numero de veces que he aterrizado en el Reino de Nepal. No me sorprende la cifra resultante: han sido 29 ocasiones.
Mis amigos sherpas me dicen, nada mas aterrizar, que aquí el invierno ha sido de los buenos, Nada que ver con el que nos ha tocado a nosotros en casa. La nieve se acumula arriba en las montañas, lo que no sabemos si es bueno o malo. Pero como es un hecho que tiene toda la pinta de ser irrefutable, pues mas vale no preocuparse por ello. En la ciudad ha nevado otra vez después de 62 anos sin hacerlo, y eso que Kathmandu esta situada solamente a 1.300 metros de altitud, si, pero a la misma latitud que las Islas Canarias. Mas nos vale.
En el avión, a mi lado, viajaban Oscar Fernández e Ignacio Barrio. En sus caras veo la mía, reflejada como en un espejo. Esperamos reunirnos cuanto antes con Joby Ogwyn, Joelle Brupbacher, Horia Colibasanu y Jorge Egocheaga, los demás miembros de nuestra espedición. Oscar e Ignacio se han preparado con espartana dureza para nuestra escalada, y ambos han puesto toda la ilusión y la imaginación de la que disponen para que ahora estemos aquí, de nuevo bajo el Himalaya. Y también todos sus ahorros. Nuestros últimos días en Pamplona han resultado ser la locura habitual, rodeados del infame estrés emocional, conocido y temido, de las despedidas. Y asimismo los nuestros sufrían sin duda la mirada ausente y vacía de quien tiene el alma ya en camino, en algún lugar lejano.
De manera que nuestros espíritus se abren ya paso por las nieves profundas y sagradas de las dos grandes montañas que rodean el valle del Kali Gandaki, en un lugar tan bello que mis intentos por describirlo serán sin duda vanos e inútiles. Ahora solo queda que nuestros cuerpos se reúnan con sus almas vagabundas, en un proceso que para nosotros es cíclico y, a estas alturas de la jugada, natural. Pronto nuestros demonios serán exorcizados una vez mas, caerán rendidos y sin fuerzas, perdidos en medio de ese baile salvaje que es la escalada en el Himalaya. De nuevo, volveremos a casa destruidos físicamente, quizás, pero sin duda renacidos. En nuestros ojos brillara una mirada diferente, de cristal, que dice a las claras y sin tapujos: "He estado en un lugar especial. Y he vuelto para contártelo."

PS De nuevo debo agradecer de corazón a LORPEN y a DIARIO DE NAVARRA su apoyo incondicional. Me han demostrado que saben estar a mi lado por igual cuando llueve o cuando hace sol, sin presionarme en lo más mínimo, siempre con las palabras justas a mano. Gracias.
Al resto de mis amigos y colaboradores, más de lo mismo. Las gentes de CampoBase y de Rocopolis, de Montura y de Tuckland hacen que me sienta valorado y apoyado.
Me gustaría mandar un abrazo especial a mi joven amigo y profesor de Nepali durante el pasado invierno, un chico Sherpa que vive cerca de Pamplona y se llama Pasang. Y a ti, Corinne, te mando un beso. Solo te puedo decir que espero estar muy pronto a tu lado, devolviéndote toda esa energía que mi ausencia te roba....
Iñaki Ochoa de Olza

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