miércoles, octubre 03, 2007

Abortar

La opción de abortar
Perturbaciones psíquicas fuertes preceden y acompañan muchas veces al aborto. La imposibilidad material, emocional o espiritual de hacerse cargo se complejiza por la clandestinidad, retroalimentadora de vivencias de oprobio, culpa y castigo.
Sin embargo, una parentalidad asumida implica, amén del anhelo compartido del nacimiento de un niño, la responsabilidad ante su condición de alter. Cabe preguntarse si es válida la expresión “fruto de la concepción” cuando no hubo un proyecto de ambos miembros de la pareja.
Las justificaciones para la interrupción artificial de un embarazo responden a causales de diversa índole: la más elemental es la imposibilidad de acceder a un yo mater en la crianza de un niño, sea por tener ya muchos, o porque el embarazo fue precedido de una defraudación amorosa, o por temores sobre fallas genéticas, o por su origen extramatrimonial.
La opción de abortar puede responder a una decisión elaborada entre ambos miembros de la pareja. Si la mujer lo decide unilateralmente, las consecuencias varían según las mociones desiderativas del partenaire: desde el alivio, un lavarse las manos, cuando prima la falta de compromiso, hasta el dolor, la desilusión, las depresiones en sujetos masculinos que anhelaban concretar una paternidad responsable. A la práctica del aborto puede seguir la ruptura de la pareja, en el marco de una retroalimentación de vivencias de vacío y pérdida.
A la opción de abortar no es ajena la influencia de patrones culturales en torno al delicado tema de la vida sexual, así como el hecho de que la progresión de un embarazo, tarde o temprano, no se puede ocultar y ello patentiza la cópula que le dio origen. En algunos casos, la censura del medio ambiente funciona como dique ante la vergüenza social, tratándose de una maternidad no legitimada por lazos filiatorios, marcada por una defraudación amorosa –abandono, infidelidad– o por desigualdades sociales marcadas. Así, una joven puede verse inducida a un aborto por responder a un modelo de acto sacrificial, salvador de la honra de los padres.
Otras veces, los progenitores vehiculizan discursos admonitorios proaborto para enmascarar resentimientos, como la rivalidad materna o la posesividad celotípica en padres despóticos. Así, la actitud “proabortista” de una joven a veces encubre defensas maníacas de triunfo sobre el objeto desde una pasividad extrema y formas de sumisión a mandatos generacionales.
Por ello es importante, al elaborar la toma de decisión, mirar hacia atrás para evaluar: la calidad de los procesos identificatorios con la pareja parental; la propia historia infantil; antecedentes de abortos maternos; hermanos, vivos o muertos, ya que podría tratarse de un intento de aplacar a la figura materna para eludir, por ejemplo, la rivalidad comparativa del número de hijos u otros factores determinantes.
Desde otro vértice, los estudios psicoanalíticos han observado, en el curso de las psicoterapias, fantasías conscientes e inconscientes ligadas a problemáticas de duelo por vivencias de pérdida de partes de sí, del cuerpo propio. Ello, en el marco de una indiferenciación adentro-afuera y una identificación con el feto desprendido.
Importa enfatizar que la decisión de llevar a la práctica un aborto y practicarlo suele constituir un hecho traumático, cuyos efectos persistentes varían según los casos. En todo caso, no es remisible a una cuestión de orden exclusivamente médico-biológico-reproductivo.
En síntesis: es importante la instancia de decisión ante un embarazo no deseado: asumir la impensada maternidad, dar en adopción o abortar. Todas las opciones implican efectos a corto, mediano y largo plazo irreversibles, para la mujer y su entorno –pareja, otros hijos, sus progenitores, etcétera–.
1. Al asumir el embarazo: en el “hacerse cargo” conviene propender al análisis minucioso de las condiciones socioambientales, para proveer un medio suficientemente bueno que albergue al niño, y considerar los recursos futuros.
2. Al dar en adopción: se destaca la importancia de un plan médico-psicológico-social que atienda las necesidades, tanto sanitarias como emocionales, de la joven preñada y su seguimiento posterior al nacimiento. Interesa evaluar la plasticidad del entorno social, ya que en condiciones no suficientemente contenedoras puede ser necesario el cambio de hábitat.
3. En cuanto a la decisión de acceder a un aborto inducido, cabe destacar que sus efectos suelen ser traumáticos; no debiera constituir una práctica indiferente. Su aplicación, en situaciones debidamente especificadas y ponderadas, no tendría que trascender hacia una recomendación amplia.
Su estudio requiere un debate amplio y desprejuiciado, acompañado de criteriosas políticas de salud.
Desde mi tarea en la prevención de las diversas formas de abandono, maltrato y abuso sexual infantil, no me caben dudas de que, en nuestro medio, debe responderse con urgencia al requerimiento de formas extendidas de educación sexual. Los slogans anticonceptivos para no abortar y aborto legal para no morir resultan inútiles si no se acompañan con medidas adecuadas de educación sexual.
Por Esther Romano *
* Médica especialista en psiquiatría y medicina legal. Psicoanalista titular didacta de APA.

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